Relato 39 | Cuando se ama como tú

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Mayte se encontraba recostada en su cama, perdida en el silencio de la tarde que se desvanecía lentamente en su habitación. El sol lanzaba destellos dorados a través de las cortinas entreabiertas, bañando el espacio con una luz melancólica. Cada respiración era un esfuerzo, como si el aire mismo estuviera cargado de pesar.

En esa tarde, como en tantas otras recientes, una tristeza profunda la envolvía, haciendo eco en cada rincón de su ser. Había evitado las llamadas y mensajes de amigos y familiares, refugiándose en la intimidad de su soledad, desconectada y distante de todo lo que solía darle alegría y consuelo.

Los recuerdos se deslizaban en su mente con una claridad dolorosa. Pensó en Fernanda, en el profundo amor que sentía por ella, en cómo tuvo que guardarse ese sentimiento por los prejuicios de aquella época. Cada vez que sus ojos se posaban en Fernanda, su corazón latía más rápido, pero también se llenaba de dolor al saber que no podía expresar abiertamente lo que sentía.

Pensó en los hombres que dejaron huellas dolorosas en su vida. Recordó a Manuel, quien nunca logró corresponder a sus sentimientos como ella quería. Luego Edgardo, el único hombre que la amó con sinceridad pero ella no pudo corresponder de la misma manera. Fernando, su ex esposo, cuyo amor se desvaneció lentamente hasta que una infidelidad marcó el fin de su relación. Y después Gerardo, que aunque nunca fueron nada serio, dejó una impresión duradera en su alma y le causó mucho sufrimiento.

Ahora, en medio de la tarde silenciosa, se encontraba abrazando su peluche con desesperación, las lágrimas caían en silencio sobre su almohada. Se sentía agotada, como si el peso de sus recuerdos y emociones la estuviera aplastando lentamente. La depresión la había atrapado una vez más, envolviéndola en una neblina de tristeza y desesperanza.

Sus pensamientos volvieron a Fernanda. Le dolía saber que ahora estaban alejadas. Se reprochaba haber sido tan dura con ella tantas veces, haberle dicho cosas hirientes en momentos de frustración y miedo. Sabía que, a pesar de sus propias inseguridades, Fernanda nunca dejó de estar a su lado, ofreciéndole su amor incondicional y su apoyo constante.

Sabía que Fernanda era la mujer más maravillosa del planeta y no había mejor persona para haberse robado su corazón. No importaba cuántos hombres hayan pasado por su vida, cuántos hombres más pasarán por ella, Fernanda siempre sería su gran y único amor. Era un amor que trascendía el tiempo y las circunstancias, un amor que persistía a pesar de las distancias.

Sumida en sus pensamientos, logró encontró una paz momentánea al imaginar a Fernanda. Visualizaba su rostro radiante, su risa contagiosa, y su voz suave que siempre tenía el poder de calmar sus tormentas internas. Cerró los ojos y permitió que esa imagen la envolviera, sintiendo una calidez en su pecho que no había sentido en días.

De repente, el sonido de su celular la sacó de su trance. No quería contestar, no quería hablar con nadie. Ignoró la primera llamada, esperando que la persona al otro lado desistiera. Pero cuando el celular sonó por segunda vez, se dio cuenta de que quien sea que llamara no se detendría hasta que ella contestara.

Suspiró profundamente y, a la tercera llamada, decidió ver quién era tan insistente. Su corazón dio un vuelco al ver el nombre de Fernanda en la pantalla. Sintió un poco de alivio en su interior y su rostro se iluminó con una pequeña sonrisa. Con un tono suave, Mayte contestó, intentando mantener la compostura.

"Hola, mi negrita linda. ¿Está todo bien?," preguntó Mayte, su voz apenas en un susurro.

"Hola, mi May. Está todo bien, tranquila. Te llamo porque pensé en mandar a alguien a tu casa para que te recoja y te traiga aquí. Podemos echarnos un vinito y pasar un rato juntas."

Mayte hizo una ligera mueca y sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente. "No tengo muchas ganas de salir, negri. No estoy muy bien," admitió, con voz quebrantada.

Un beso y una flor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora