15. Amigos

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Estaba de vuelta en el departamento, recostada en mi cama al lado de mis apuntes de clase, con mi laptop abierta y el álbum Lover de Taylor Swift sonando para ayudarme a relajarme luego de lo que había vivido en el día. 

Había llegado tarde a mi primera clase de la vida universitaria, no tenía ni la más mínima idea de lo que haríamos en el curso, y lo más increíble, Felipe, el chico de la cámara, me había invitado a tomar un café, y la había pasado increíble con él. 

Es más, hasta ya éramos oficialmente amigos. 

Y encima, de cierta forma, teníamos tanto en común, y adoraba el haber podido ser un libro abierto frente a él y, de esa forma, también conocerlo un poco más.

Presentía que todavía no nos habíamos contado todo el uno del otro, pero moría de ganas de que lo hiciéramos en las siguientes ocasiones en las que nos viéramos o conversáramos por chat.

Quizás, por pensar tanto en Felipe y en sus hermosos ojos azules, no dejaba de garabatear ni de escribir en mi diario, y terminó saliendo un verso breve pero obvio: 


El zafiro, bello e irreal

muestra belleza sin igual. 

Azul, de pureza grandiosa,

es la bondad más hermosa.


Revisé mis escritos anteriores, y no podía creer que había escrito, en los últimos días, tantos poemas y reflexiones pensando en un chico que acababa de conocer como Felipe, aunque, si era sincera, un chico como él no podría nunca pasar desapercibido, y eso lo hacía demasiado inolvidable y perfecto. Tanto, que hasta daba un poco de miedo.

En especial porque había accedido tan rápido a que fuéramos amigos, y que encima, fuese idea de él que nos viéramos por la mañana.

Y no se molestó cuando, al despedirnos en la puerta del campus, le dije "Pequitas" en lugar de Pipe, aunque quizás porque yo lo dejaba llamarme Julie cuando yo odiaba ese diminutivo...

Aunque él no sabía ese detalle, y francamente, no quería dárselo a conocer, porque me gustaba cómo sonaba con su voz y su acento, y no quería volver a hacerlo sentir mal luego de mi venganza por la broma que me había gastado. 

—¡Hola...! ¿Oh, y esa cara? 

Me encontré con Lucía, quien parecía cansada, pero apenas me vio, su semblante parecía el de una vieja chismosa. 

—No sabes lo que me pasó hoy con Felipe.

Apenas mencioné ese nombre, mi roomie tiró sus cosas al piso y se sentó frente a mí en la cama. 

—¡A ver, tía, cuéntamelo todo! —exclamó—. ¿Qué pasó con el tío de la cámara? 

Tenía tanto por decirle, pero no encontraba las palabras, y la emoción me carcomía, por lo que me mordí el labio mientras me esforzaba por armar oraciones coherentes de tal forma que no perdiera el hilo de la trama. 

—Me escribió en la mañana. 

Con esos ojos verdes, los ojos saltones de Lucía parecían de una loca desquiciada, y de cierta forma, demostraba serlo. 

Perfecta Inspiración - Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora