23. Gustos (no) en común (1/3)

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Para variar, el tráfico había decidido no estar de nuestro lado, y más de una vez me tocó responder el teléfono de Felipe para decirle a Blas o a Juani que estábamos en camino. 

Incluso el hacer eso me ponía nerviosa, porque eso significaba hablar con más chicos en un corto rato, lo cual era más de lo que había hecho en los once años que llevaba en un colegio religioso de mujeres. 

Felipe me tranquilizó al respecto, y continuó con la marcha, o si no, esperando a que el semáforo permitiera el paso. 

―Una mierda este tráfico ―opinó Felipe. 

―Tú lo has dicho ―traté de sonar calmada respecto a la forma en la que calificó el tráfico. No quería hacerlo sentir mal―. Aunque en Lima es mucho peor. Al menos, aquí todos respetan el semáforo y al peatón. 

―¿Ah, sí? 

―Sip. Es una de las cosas que me alivia de no estar en casa. ¿Y cómo es en Buenos Aires? 

Felipe se encogió de hombros. 

―Es lo mismo. Es Latinoamérica, por desgracia.

―Repito: tú lo has dicho ―no podía dejar de admirar lo sexy que se veía el ojiazul conduciendo, así que tuve que pensar en algún tema para romper el hielo y evitar que notara que se estaba cayendo la baba de tanto verlo. No se me ocurrió nada bueno, así que recurrí al último recurso―. ¿Ponemos algo de música? 

―Dale ―respondió él, sonriente. 

No me hice esperar, y encendí la radio del auto; casi como una señal divina ―o quizás, una mera coincidencia―, sonaba el coro de una de mis canciones favoritas de Taylor Swift, Shake It Off, y la que más me hacía bailar como loca en la habitación. 

Lo hice claro cuando no me pude controlar y bailé en mi sitio moviendo lo poco que podía del cuerpo y sacudiendo un poco mi cabeza, al punto en que casi me despeiné lo suficiente como para que Felipe saliera corriendo de ahí.

Cuando terminó la canción y empezó a sonar otra que no reconocí, giré, y noté cómo Felipe, a pesar de mantener la vista al frente, sonreía y lanzaba una risita divertida, la cual se convirtió en una de mis favoritas.

―¿Qué pasa? ―pregunté.

―¿Te gusta Taylor Swift? 

―¿Que si me gusta? ¡La amo! ―exclamé―. Es una genio de la música, ¿no crees? 

Felipe se encogió de hombros. 

―Hay un par de temas que, tipo, me gustan, pero no es una artista que escuche todo el tiempo. 

Normalmente, el gusto compartido por Taylor Swift era vital si es que una persona que acababa de conocer quería caerme bien, o al menos, llevar una convivencia tranquila. 

Sin embargo, el hecho de que mi crush dijera que no era de escuchar a mi cantante favorita, para mi sorpresa, no hizo que me sulfurara y le dijera que no, hasta ahí nomas quedaría, y tan sólo seríamos amigos, sino que, más bien, decidiera esforzarme por hacerle saber que Taylor era más que una simple artista.

―¿En serio no la escuchas? 

―¿Eso es algo malo? ―preguntó él con un poco de nervios. 

―Pues, es que no sabes de lo que te pierdes ―respondí―. Taylor Swift no tiene sólo un repertorio. ¡Todo su trabajo es un soundtrack para la vida! 

El ojiazul alzó las cejas, como demostrando interés. 

―¿Ah, sí? 

―¡Claro! Es más, podría servirte alguna de sus canciones si quieres hacer un corto o una peli. Literal, tiene una para todo momento. 

Perfecta Inspiración - Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora