24. Fotografía (2/3)

39 4 15
                                    

Al final, no duré ni media hora viendo la película, porque los saltos de terror comenzaban, en mi opinión, desde el inicio. Era más de lo que podía soportar. 

Incluso los montones de abrazos que le di a Felipe en todos esos momentos no impidieron que tomara mis cosas y me fuera a paso ligero de la sala, como queriendo huir de ese monstruo horroroso que podría perseguirme por el simple hecho de no querer seguir viendo su historia.

No me percaté de si alguien me impedía irme o no; seguía adelante buscando ponerme a salvo. 

Debí verme ridícula ante todo el mundo, porque estaba temblando y mirando a todos lados por si esa monja de miércoles se me aparecía a castigarme. 

―Maldita sea, estúpida... ―mascullé para mí misma, y me quedé en la puerta del cine, rodeada de toda la gente posible, para intentar olvidar todo lo que había visto―. ¡¿Cómo se me ocurrió que podría aguantar?! 

Me abracé para darme algo de confort; no dejaba de temblar como gelatina, y estaba paranoica. Genial forma de terminar una cita...

―¡Che, Julie! 

No pude evitar lanzar un grito de miedo que hizo saltar a todos alrededor, incluido a Felipe, quien me miraba preocupado. 

―¿Estás bien? ―preguntó. 

―Sí, sí ―respondí―. Solo espero no tener que volver a ver a esa monja de miércoles. ¡Es horrorosa! 

Pensé que Felipe diría que, para empezar, fui yo la que aceptó ver la película sin importar que se notaba que odiaba las de terror, y me preparé mentalmente para defenderme diciendo que no pensé que fuera tan horrible, pero al final, el ojiazul me abrazó y acarició mi espalda, como si quisiera tranquilizarme. 

―Tranquila, es sólo una peli, no va a pasar nada ―susurró. 

En cualquier otra circunstancia, lo hubiera empujado apenas me intentara abrazar, y le gritaría por no insistir en que podríamos ver otra película, pero la sensación de estar tan cerca al cuerpo de Felipe, y de tener el oído pegado a su corazón me hizo querer derretirme y rodearlo con mis brazos lo que mi altura me permitiera. 

Por cierto, ¿qué colonia sería la que usaba? ¡Porque olía demasiado bien! 

―De por sí las monjas de mi colegio daban algo de miedo, ¡y viene ese monstruo con hábito a...! 

―Calma, calma ―Felipe no me soltó. 

―Perdón por hacerte salir ―susurré, y finalmente nos separamos para que pudiera limpiarme las pocas lágrimas de miedo que se escapaban rebeldes de mis ojos―. Anda con los demás, puedo quedarme paseando por acá hasta que la peli termine...

―¿Qué? ¿Sos loca? No pienso dejarte sola ―replicó Felipe.

En realidad, no quería que él volviera con sus amigos, pero no quería ni podía obligarlo a que se quedara, así que insistí en que podría estar sola; mi cara y temblores corporales no le sirvieron para convencerse. 

―Está bien ―resoplé, resignada, aunque saltando de felicidad por dentro―. Entonces, ¿qué hacemos? 

―Hay que caminar por ahí ―respondió Felipe―. Regresamos cuando la peli haya terminado. 

Asentí, y unos minutos después, caminábamos por todo el centro comercial, y conforme íbamos avanzando, me sentía un poco más tranquila. 

Nos detuvimos en alguna que otra tienda a mirar cosas random, y hasta encontramos una tienda de música en la que no resistí a entrar y mirar los CDs y vinilos de Taylor Swift. 

Perfecta Inspiración - Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora