17. Cumpleaños

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Martes, 19 de setiembre

Quisiera decir que toda la semana la pasé tranquila, pero fue todo lo contrario; para cuando llegó ese día determinante, estaba hecha un manojo de nervios. 

Al terminar la última clase del día, a las cuatro de la tarde, Lucía me esperaba en la salida del campus para tomar un taxi de vuelta al departamento, en lugar del metro. 

Todas las charlas mañaneras de las Ferrer sobre la autoestima y confianza me habían animado en algo para superar el día, pero en el viaje, las inseguridades me volvieron a invadir, porque la hora de la celebración del cumpleaños de Pipe estaba cada vez más cerca, y honestamente, dudaba que las Ferrer pudieran dejarme como una diosa para impresionarlo. 

Me sorprendió además que las hermanas accedieran a ir conmigo, pero lo agradecí, porque estaba más que claro que el lugar estaría lleno de gente que no conocería, y en definitiva, mayor que yo por algunos años. 

Hablando de ello, Felipe era mayor que yo, no había dudas, pero, ¿por cuánto? 

Y realmente, ¿deseaba saberlo? No lo sabía, y aquello era un problema por dos motivos: 

Uno: porque no sabría qué regalarle. 

Y dos: porque podría verme como una niñita. 

Traté de mantener mi mente en blanco mientras las Ferrer me arreglaban y me volvían a tratar como maniquí de diseño de modas, aunque tuve suerte de poder usar mi propia ropa, pero combinada de una forma que me hacía sentir algo mayor...de dieciocho años, por lo menos. 

Me sentía cómoda, para mi sorpresa. 

—Lo mejor es ser tú misma, tía, pero arreglada de una forma algo distinta —dijo Brenda mientras ella y su hermana terminaban de arreglarse y esperábamos a que vinieran por nosotras para ir a la reu. 

Con los mom jeans, mis Nike blancas, y mi blusa blanca, me sentía perfecta, aunque lo complementé con un saco largo de Brenda, pues haría frío de noche, como era lógico en esa época del año. 

El portero del edificio anunció la llegada de Juani a las ocho y media, lo cual me pareció algo tarde para una juntada —o reu, como les decíamos en casa—, pero ya era mayorcita, y estaba en otro país, así que me correspondía adaptarme a la forma de los demás de vivir. 

Al salir, nos encontramos con Juani y al otro chico de cabello rizado, al que reconocí como Blas, quien nos llevaría hasta la reu —o juntada—, en el que asumí era su auto, lo que me hizo sentir entre nerviosa y emocionada, porque sería la primera vez que viajaba en un vehículo con gente que no eran mis padres o Macarena antes de mudarse a Alemania. 

Llegamos luego de media hora de tráfico y de contemplar la noche barcelonesa, y me topé con que, efectivamente, todos esos desconocidos sentados y hablando de lo más relajados y divertidos en la terraza de ese edificio —bastante grande, elegante y bonita, por cierto—eran mayores que yo, y por supuesto, tenían muchos temas de conversación, tanto entre ellos como con el cumpleañero. 

Me repetí constantemente la pregunta de en qué carajos estaba pensando para aceptar ir.

Pero cuando Felipe entró a la reu, obtuve la respuesta en su mirada sorprendida y feliz fijándose en la mía. 

Habría aceptado ir a verlo incluso si celebraba su cumpleaños en el Polo Norte, con Papá Noel y los duendes incluidos, o en el desierto del Sahara con su calor insoportable. 

Sí, estaba volviéndome loca. 

Hasta ahora, no sé cómo logré controlarme cuando Pipe se acercó a saludarme con un abrazo y un beso en la mejilla, porque apenas sus labios tocaron mi piel, y sentí el aroma de su colonia tan varonil, sentí que me iba a desmayar. 

Perfecta Inspiración - Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora