19. Fearless

41 5 8
                                    

(Notita: lean el cap con la canción Fearless de fondo, sabrán en qué parte encajará 😉)

Barcelona era hermosa de día, y lo era todavía más de noche, gracias al aura mágica y romántica que transmitía. 

Incluso con el viento helado que corría, no me arrepentía de salir a caminar por la ciudad con Felipe. 

Él era mi fuente de calor, después de todo, porque tan sólo verlo con un abrigo sobrio encima de su vestimenta casual provocaba que esa corriente cálida tan conocida recorriera mi cuerpo. 

Se le veía tan guapo y elegante. Realmente parecía sacado de un libro de Jane Austen, las hermanas Brontë o de cualquier historia romántica, fuera clásica o moderna. 

¡¿Y yo estaba caminando a su lado en una noche española?! ¡Ay, Dios mío! Pellízquenme, que seguro estaba soñando luego de una hora de lectura. 

Estaba tan distraída contemplando al ojiazul, que di un paso en falso y por poco me caí de bruces al piso; menos mal, el chico me sostuvo antes de que hiciera un segundo roche delante de él.

—Gracias —susurré—. Ahora te debo dos.

—Nah, por favor. Te dije que no te pasaría nada conmigo, y eso incluye caídas. 

Le devolví la sonrisa, y tuve que luchar con el deseo de seguir mirándolo para evitar volver a caerme y hacer un nuevo ridículo. 

Hacía un poco más de viento, por lo que metí mis manos en los bolsillos de mi abrigo, y ello de paso me sirvió para ocultar mi manía de jugar con las manos cada vez que estaba nerviosa, para lo que no me faltaban motivos en esa ocasión. 

—¿Estás nerviosa? —preguntó Felipe de repente, como si pudiera interpretar mi lenguaje corporal. 

—No, sólo tengo frío —mentí—. No estoy acostumbrada a esta temperatura. 

Menos mal, Felipe se la creyó. 

—Si querés, podemos volver...

—No, no, estoy bien —solté, otra vez, siguiendo a mi impulso de seguir a su lado—. Necesito tiempo para acostumbrarme, nada más. Viviré los siguientes cuatro años en esta ciudad, después de todo. 

Felipe asintió, y de repente, mi buen humor decayó un poco al recordar que él no se quedaría tanto tiempo como yo en Barcelona, y por lo tanto, no tenía mucho tiempo para conocer a aquel chico que producía tantas emociones nuevas en mí, ni para saber si, de casualidad, sentiría lo mismo que yo al verlo por primera vez.

¿Por qué todo lo bueno tenía que durar tan poco? 

—Che, no pensemos en el frío, ¿ok? —dijo Felipe, con una sonrisa, lo que me volvió a animar, y mucho más que antes, por lo hermosa que se veía iluminada con la luz de la luna—. Hay que disfrutar el momento, así entramos en calor. 

Tenía razón: apenas nos conocíamos, y era mi primera semana en una ciudad nueva, así que lo que correspondía era gozar cada segundo y hacerlos inolvidables. 

—Es verdad. Además, es tu cumple. Hay que ponernos felices. 

La risa de Felipe me sonó a campanas celestiales. 

Perfecta Inspiración - Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora