36. Todo por verte sonreír

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Viernes, 17 de noviembre

Aunque hubiera pasado poco más de dos semanas de esa fiesta de Halloween, sus efectos seguían repercutiendo en todos los que asistimos a ella. 

Fue un milagro que pudiera concentrarme en mis clases, porque no dejaba de pensar en todo lo sucedido esa noche, en especial, en cómo había acabado, y en las verdades dolorosas que empezaban a jugar en mi contra y me provocaban lanzar una lágrima rebelde en los peores momentos del día.  

Felipe, por su parte,  se notaba algo más distraído, incluso la siguiente vez en la que nos juntamos en la piscina para una nueva lección de natación: estuvo a punto de soltarme en más de una ocasión, y si no fuera porque se trataba de él, le habría quitado el habla en ese mismo momento. 

Por supuesto, tenía la —quizás muy acertada—corazonada de que todo era debido a la despreciable visión que tuvo de la tal Vanessa a punto de tirar con un tipo random, la cual, al parecer, él aún no superaba. 

Con razón, lo del casi beso de la última vez no había vuelto a suceder, y me quedaba con la miel en los labios y el corazón palpitando fuerte cuando la hora se terminó y era hora de volver a las actividades de siempre. 

Les conté a las Ferrer lo de la noche de Halloween, y ahora habían cambiado un poco su actitud y opinión en lo que a Felipe se refería, sobre todo Brenda, la mayor, pues, con toda razón, era la voz de la experiencia. 

—Si fue su primera novia, va a ser difícil que la olvide, en especial cuando la relación duró tanto tiempo y la ruptura fue reciente —comentó

—Sí, pero será más rápido porque le puso los cuernos —añadió Lucía, quien alimentaba un poco mis esperanzas por llevarle la contraria a su hermana, pues, de algún modo, suavizaba una cruda realidad—. Tú quédate a su lado, sé su amiga, y al final, las probabilidades de que terminéis juntos serán más grandes. 

Me quedé con esa última reflexión y ese consejo en las semanas que pasaron, así que, ese viernes de mitad de noviembre, en pleno turno de trabajo en el café, me encontraba más o menos tranquila, y concentrada en no arruinar un café expreso para un clon de Profesor Jirafales con cara de olvidarse de algo.

—Seguro lo que se olvidó fue de echarse colonia —comentó Tina, mientras sacaba un croissant del mostrador y lo preparaba para servir—. Se siente desde aquí, joder.

Ambas reímos lo más disimuladamente posible para que el tipo no se diera cuenta, más que nada porque había elegido un asiento cerca de la caja para esperar su pedido.

Cuando por fin terminamos con el asunto, y no había señal alguna de que llegasen pronto más comensales, decidí aprovechar ese efímero tiempo libre para sentarme a un lado alejado de la máquina de café para continuar con Seduciendo a Mr. Bridgerton, la cual tenía algo abandonada por el aumento repentino de tareas, estudios y vueltas en la cabeza a todo el asunto con Felipe. 

Estaba en la parte del primer beso de Colin y Penélope, cuando, de la nada, el libro salió volando de mis manos, y quedé contemplando mi regazo. 

Una risita jocosa bastó para despertar del letargo literario y exigirle "educadamente" al ladrón que me devolviera el libro, pero cuando tuve frente a mí a Felipe mostrando su tierna y divertida sonrisa, mis ganas de ver el mundo arder se convirtieron en un repentino deseo de paz y amor en la Tierra. 

—¡Hola, Pipe! —saludé, en pleno camino de la rabia a la calma—. ¿Qué haciendo por aquí? 

—¿Olvidaste que vengo a verte cada vez que puedo? 

Palabras así me ayudaban a olvidar lo malo de la situación.

—Ah, sí, claro. Me había...es que... 

Perfecta Inspiración - Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora