18. Escape (no tan) fallido

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No le pregunté a Juani sobre quién era la tal Vanessa, porque no me interesaba saberlo por el momento. 

Además, prefería que fuera Felipe quien me lo contara, porque aquello significaría que me estaba ganando su confianza; algo así de íntimo no se podría contar a cualquier persona. 

Se lo hice saber a Juani, y me limité a presentarme ante el resto de los amigos de Felipe: el rubio guapo se llamaba Santiago, y la chica a su costado era su novia, y me quedé algo más tranquila cuando vi que las otras eran también novias de los chicos del grupo. 

Menos mal, nadie sacó a colación el tema de la tipa Vanessa, aunque al precio de ser sometida a un interrogatorio típico de chica nueva del salón: cómo me llamaba, de dónde era, qué estudiaba, qué me gustaba hacer, y cuánto tiempo estaría en Barcelona. 

Tanto Juani como yo éramos fans de Taylor Swift, y hasta teníamos un polo* del Eras Tour que cuidábamos como oro, porque sabíamos que esa prenda valdría una fortuna en el futuro. 

Pasé así un rato conociendo al grupo, hasta que empezaron a hablar de temas como la rivalidad entre el Boca y el River, cosas de política, y otros que yo, francamente, no entendía nada, así que decidí salir de ahí con el pretexto de ir al baño. 

Aunque apenas fui libre, me di cuenta, al llegar a la entrada, que no sabía dónde estaba el baño, y me tocó la vergüenza de abrir una puerta cualquiera y encontrarme a una pareja tirando*, con lo que sentí que perdía mi inocencia visual. 

No me quedó más opción que dirigirme a la salida del departamento y esperar pasar desapercibida por el resto de los invitados, mientras pensaba en una buena excusa para sacar a Lucía y Brenda de lo que fuera que estuviesen haciendo, porque acababa de darme cuenta de que no las había visto hacía un buen rato. 

Contemplé a la gente divirtiéndose con un juego de beerpong en el que reían y gritaban al perder o ganar, y por razones obvias, no me pensaba unir a ese juego, aunque sí vi cómo Felipe era el más ovacionado cuando le tocaba beber un shot por perder. 

Sin dudas, ya estaría ebrio para el final de la noche, así que me alejé ahora sí de todo el gentío y me fui a la puerta del edificio a buscar un taxi que me llevara de vuelta a casa, a sabiendas de los riesgos que comprendería. 

Pedí un Uber desde mi celular, y me apoyé en una pared a esperar al taxi. 

Debería haber supuesto que Felipe querría pasar más tiempo con sus amigos de toda la vida, o al menos, con la gente que conocía de más de dos días, y no con una chibola* que conocía porque le había roto el lente de su carísima cámara. 

Ni siquiera sabía por qué Juani se había molestado en sacar mi teléfono del celular de Felipe para invitarme a esa reu...

—¿Estás bien? 

Una voz conocida —y masculina—me sacó de mis meditaciones, y al girar, me encontré con Felipe. Se le veía relajado, aunque sí un poco preocupado. 

—Sí, no te preocupes, todo bien. 

—Entonces, ¿por qué te fuiste de la juntada? —preguntó—. La noche todavía es joven. 

Me encogí de hombros para tratar de no verme desanimada. 

—Las fiestas no son lo mío —respondí—. Además, no conozco a casi ninguno de tus amigos ni amigas. Me siento extraña con gente que no conozco, y me cuesta un poco agarrar confianza...

Estaba balbuceando en ese punto, porque no sabía qué más decir para justificar mi huida de la junta sin sonar decaída. 

Menos mal, en cierta forma, estaba diciendo verdades. 

Perfecta Inspiración - Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora