16. Invitación inesperada

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Martes, 12 de setiembre

Las sorpresas continuaron al día siguiente, tanto en mi vida académica como en la personal.

Mi primera clase empezó a las diez de la mañana, lo cual dejó tiempo suficiente para estirarme sobre la cama, arreglarme y tomar un desayuno decente con más calma que el día anterior. 

Lucía no tendría clases sino hasta la tarde, así que se encontraba comiendo un tazón de cereal con yogurt en la sala; el televisor mostraba las noticias, y ella las veía, al parecer con cierto aburrimiento. 

—¿Por qué no cambias de canal, si te aburren las noticias? —pregunté desde la isla de la cocina, con mis tortilla de queso frente a mí. 

—Quiero estar enterada de todo —respondió ella, aunque sin darle importancia al asunto—. Aunque, de todas formas, esas noticias no son nada a comparación con lo de anoche.

—¿Qué pasó anoche? 

Lucía me miró como si me hubiese vuelto tonta. 

—¡Tu llamada con Felipe! Tía, que hasta tienen nombres el uno para el otro. ¡Es el destino! 

Mi parte racional decía que no me debía ilusionar tan rápido, porque apenas acababa de conocer al chico, y la amistad recién comenzaba; en cambio, mi parte que creía firmemente en la manifestación le daba la razón a Lucía, pues no por nada Felipe me buscaba tanto. 

Y, por tanto, no podía evitar pensar todo el tiempo en él, ni en compararlo con Mr. Darcy, o el Coronel Brandon, o con alguno de los galanes de Bridgerton

Dios, hasta me lo imaginaba vestido al estilo Regencia. ¡Y se le veía tan guapo! 

Incluso Taylor Swift me hacía acordar a él con cada canción romántica que escuchaba de ella, y en esas ocasiones, se me escapaban más arranques de inspiración que de costumbre. 

Tan sólo anoche, había escrito dos intentos de poemas de cuatro estrofas cada uno, pero, por supuesto, eran malos y sosos, y terminaba tachando los versos antes de tirarme en la cama y recordar esos zafiros que parecían penetrar en mi alma cada vez que se fijaban en mis ojos. 

—No quiero ilusionarme, pero es que, no sé...¡es inevitable que yo piense eso también! ¡Lo manifesté desde el inicio! 

—Así sucede, Jules. La manifestación es poderosa. Eso sí, ve con cuidado siempre. Hay que conocer mejor a ese tío. 

Asentí con la cabeza. Felipe no parecía un mal chico para nada, pero tenía que tratar de equilibrar los comandos de mi cerebro y de mi corazón, aunque el segundo estuviera ganando por mucho. 

—Sé que no lo conozco muy bien aún, pero en sus ojos no le veo nada de maldad. Es más, hasta lo sentí tímido las veces que hablamos, y ni qué decir cuando me aseguraba que no había rencores por lo de su cámara. ¡Fue tan tierno conmigo! 

Lucía sonrió conmovida. 

—Podría ser uno de esos chicos de los que hay uno en un millón. Hay que cuidarlo.

Suspiré, y me concentré en mi Instagram, donde me la había pasado buscando noticias de María Gracia: a diferencia de mí, que recién empezaba a estudiar, ella estaba iniciando el segundo semestre de Psicología en la San Martín. 

De lo mucho que me serviría tener una amiga psicóloga, porque con todo el cambio de mi vida, estaría por reventar. 

En eso, me entró la curiosidad, y quise buscar el perfil de Felipe en la red, hasta que recordé que no conocía su apellido, porque lo que no habría forma de ubicarlo entre los millones de tocayos que tendría en todo el mundo. 

Perfecta Inspiración - Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora