10. Paseo de taxi

49 5 0
                                    

El rato que pasamos Felipe y yo en el Uber mientras íbamos al departamento transcurrió, al inicio, en un silencio incómodo. 

La mayoría de libros que había leído narraban cómo el hombre daba el primer paso en la conversación, o en todo caso, era obligado a serlo luego de que, por circunstancias de las amistades, ambos fueran presentados. 

Tan sólo Emma Woodhouse se salvaba porque ella y George Knightley eran mejores amigos desde hacía tiempo, así que ya interactuaban y se conocían perfectamente, así que no cabían los silencios incómodos en los ratos que pasaban juntos. 

En cambio, Peeta fue el primero en hablarle a Katniss luego de la cosecha en Los Juegos del Hambre, Troy fue el primero en presentarse a Gabriella en High Shool Musical, y los Bridgerton interactuaron con sus parejas por primera vez a la fuerza luego de un puñetazo a un indeseable, una presentación familiar, y alguno que otro baile organizado por conocidos. 

Y ni qué decir de Jane Eyre, que debía hablar con Rochester porque simple y llanamente, era la institutriz de su hija. No le quedaba de otra. 

Ninguno se había quedado a solas de manera incómoda con su futura pareja en el taxi o carruaje en lo que podría resultar ser un largo viaje. 

—¿Estás bien? —dijo Felipe de repente. 

Volteé a verlo, y sus ojos azules demostraban otra vez preocupación, solo que ahora dicha expresión me causaba ternura, así como un inmenso alivio por que fuera él quien empezase la conversación. 

—Sí, estoy bien —respondí—. Es sólo que sigo procesándolo. 

—¿Lo del pibe ese del boliche? 

Asentí con la cabeza. 

—Nunca me había pasado algo así. En realidad, nunca había estado en una discoteca. 

Felipe me miró confundido.

—¿En serio? ¿Nunca? 

—Alucina* que la última gran fiesta a la que fui fue la prom, y me fui de inmediato. ¿Qué me dices de ti? ¿Frecuentas las discotecas? 

Para mi sorpresa, Felipe negó con la cabeza.

—Entonces, ¿tus amigos te hicieron ir allí sin más opción? 

—¿Y las tuyas a vos? 

Ahora ambos reíamos al toparnos con dicha coincidencia. 

Me moría de ganas de preguntarle el por qué había accedido a ir si no le gustaban esos sitios para empezar, pero algo me decía que podría tratarse de un tema demasiado privado; tragué saliva de tan sólo pensar que el motivo sería un desamor. 

—Y, ¿de dónde venís? —preguntó Felipe—. Porque definitivamente no sos española.

—De Perú —respondí, orgullosa—. Y déjame adivinar, tú vienes de Argentina, ¿verdad? 

La sonrisa de Felipe lo confirmó. 

—Hace años que quiero visitar Perú —dijo. 

—Te gustará muchísimo. 

—No lo dudo. 

Volvimos a reír. 

—Disculpá si puede ser algo personal, pero, ¿qué hacés en Barcelona? —preguntó Felipe, ahora algo más serio. 

—Estudios —respondí, con el cerebro programado para pronunciar dicha palabra cada vez que hicieran esa pregunta que se podría volver fastidiosa con el tiempo—. ¿Y qué hay de ti? 

Perfecta Inspiración - Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora