12. Una gran sorpresa

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Como lo planeé, mi alarma sonó a las siete de la mañana, lo que me dejaba el tiempo exacto para alistarme y desayunar antes del primer día de clases. 

Menos mal, la noche anterior había preparado la ropa que usaría para ese evento tan importante, pensando más que nada en mi comodidad al saber que tendría que dar buenas caminatas entre salones o entre ellos y algún sitio de descanso. 

Además, sentía que el polo* de Taylor's Version, regalo de cumpleaños de Maria Gracia, y el que había elegido para la ocasión, me representaba perfectamente, y ni qué decir de los mom jeans y de mis confiables Reebok blancas. 

No, con eso ya era yo al cien por ciento. Punto final. 

En cuanto al maquillaje, nunca fui fan de colocarme capas interminables de tinta que podría hacerme daño a la piel a la larga, así que me limité a colocarme un sencillo pero notorio labial con brillo rosado, el que usaba siempre que debía salir a sitios que no fueran el colegio. 

Tomé nota para mí de buscar dónde lo vendían en Barcelona, porque no podía vivir sin él.

Finalmente, me pasé el cepillo alisador por mi cabello largo, lo cual podía ser una tortura si es que se encontraba en sus malos días, pero por fortuna, había amanecido bien, así que sin mucha dificultad logré el aspecto de laciado brasileño que me encantaba aparentar. 

Al terminar, fui hasta la cocina para hacerme algo de café, ese brebaje bendito que me ayudaría a mantenerme despierta por las siguientes horas que estuviera lejos de mi cama y con miles de cosas y pensamientos entrando en mi cabeza. 

Pensamientos que no fueran los deseos de volver a ver a cierto ojiazul guapo, o de ver un mensaje de WhatsApp suyo en mi celular. 

Me pasé todo el rato mirando el dichoso aparato por si sucedía, y me desesperaba un poco después de haberlo dejado pasar por un día. 

¿Es que ya se habría olvidado de mí? ¿O estaría esperando a que el edificio se incendiara y lo llamara para que me rescatara? 

—A ver, tía, a lo mejor el chaval es tímido —dijo Brenda, quien estaba ya lista para irse al trabajo, y con más energía de la que yo podría tener con diez tazas de café seguidas—. A lo mejor te llama hoy para hacer algo.

—¿Tú crees? 

—Quizás podríais salir a tomar un café —sugirió Lucía. Tenía toda la pinta de recién haberse levantado de la cama, pero en un fin de semana—. O al cine, quién sabe.

Suspiré, y nuevamente sonreí por la escena que se me pasaba en la cabeza. Mi primera salida con un chico, y encima, uno que parecía sacado de un libro. 

—Aunque igual le sigo debiendo una cámara nueva —repliqué. 

—Pero si sólo fue un accidente —dijo Brenda—. Y él te dijo eso. 

—Ya, pero de todas maneras. Le debo dos...

—Entonces, si te invita a salir a algún lado, ¿no se la estarías pagando? 

Por no verlo de esa manera, volví a sonreír, y ahí iba de nuevo esa corriente cálida que invadía mi cuerpo, de tan sólo imaginarme caminando al lado de Felipe, conversando de cualquier cosa, riéndonos, yendo al cine, a comer algo, o a solamente pasear por ahí...

El escenario seguía en mi cabeza durante el trayecto a pie que tomé con Lucía —quien me dio la razón, y se vistió con lo primero que encontró de ropa en su clóset, aunque no se veía tan mal— hacia el metro de Barcelona, sitio que hizo que, con mayor razón, me sintiera dentro de una película, y hasta que llegamos a la universidad.

Perfecta Inspiración - Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora