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—Señorita, Ruthe. —dice el chofer abriendo la puerta. No me deja pensar. Me giro a él y luego a mi hermana.

Solé.

No puede ser.

—Sube al carro, cariño. —me dice Verónica. —no tienes nada de que preocuparte.

—Dejen de cuidarme como si fuese de cristal.

—Sí, Ruth. Es correcto. Estamos juntos. — Sole se acerca mi y me mira sonriente, su bolso pequeño esta colgado en su antebrazo, y una mano envuelve la muñeca de Cristóbal.

Cristóbal.

Es que mi cerebro no puede ni pensarlo.

—Solé...— susurro.

—Pudiste haber dejado esto para otro día. —dice Nasha entonces y me doy cuenta que ella sabía.

—Nasha...

—Bien. Te sacaré de tu shock...—Solé habla pero verónica la interrumpe.

—Tú no harás nada, jodida puta traicionera.

—No me...

— ¡Ya basta! — grito.

Una migraña insoportable comienza a apoderarse de mi cabeza.

No puedo asociar a mi hermana con Cristóbal.

— ¿Qué es esto?

—Están juntos, Ruthe. —dice Nasha. —lo siento hermana. Creí que podía...que no ibas a enterarte así.

—Juntos...— ¿juntos? — No entiendo. Yo...terminamos hace dos días...

—Ruthe, por favor...tu y yo no estábamos...—Cristóbal me mira con pena. —tu hermana sabe que estaba contigo por necesidad. Pero ya...

— ¿Ya? — inquiero elevando la voz

—No hagamos esto aquí. No estoy para verte llorar y es lo único que haces, Ruthe. —Solé tira de Cristóbal del brazo. —mucha suerte para donde sea que vayas. Nos veremos más adelante.

—Cristóbal...— le digo. — ¿Qué has hecho?

—Lo lamento Ruthe. — dice Nasha. —llevan un tiempo saliendo.

—Ruthe, el chofer espera por ti. No vas a dejar que estoy desgraciados arruinen tu noche. Venga. Ya son las ocho. Debes irte. —verónica coloca las manos en mis mejillas. Siento que voy a echarme a llorar, tal como Solé a dicho.

¿Mi hermana y mi ex?

¿Desde cuándo?

Tengo tantas divinas preguntas.

¿Cómo es posible esto?

¿Cuánto tiempo han estado viéndome la cara?

—Nena, venga ya. Vete y disfruta. Te contaremos cuando egreses. Me encargaré de reunir toda la información necesaria. Y si hoy no deseas volver a tu casa, donde tu madre...mi piso siempre estará disponible.

Miro la dirección que han tomado Cristóbal y Solé y mis pies sienten el ardor de desear caminar hacia ellos y confrontarlos.

El chofe carraspea y me observa en silencio. La profundidad de su mirada me hace enfocar en el presente.

—No puedo creer que Solé haya hecho algo así, no después de todo lo que he hecho por ella durante tantos años...—susurro con un nudo en la garganta.

Una esposa para francésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora