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Creo que jamás en mi vida había deseado conocer tanto a una persona como lo estoy sintiendo ahora. El hecho de saber qué parte de la familia de mi padre aún seguía viviendo en el mismo lugar que Charles me envió me hacía sentir una ansiedad terrible. Mis manos temblaban y de cabeza zumbaba con fuerza. Qué demonios voy a decirles?

¿Cómo se supone que voy a llegar hasta una casa para decirles que soy la hija que jamás les intereso conocer?

Qué se supone que voy a hacer cuando vea a mis abuelos?

Y si en verdad mi madre no quería nada que ver conmigo?

Definitivamente esto fue un error

Miro las calles esperando que algo suceda, esperando una señal divina, esperando que de un momento a otro una persona se acerque a mí me diga que es mi madre biológica.

Se que es una tontería, lo sé bien, estoy consciente de que es una estupidez esperar que las señales caigan del cielo.

Las casualidades no existen. Ya haber existido estoy segura de que me habría topado como algún miembro de la familia por parte de padre o madre en algún momento de mi vida.

Pero eso jamás sucedió.

Nadie se topo conmigo en Montreal. Nadie visitó Canadá.

—Cuidado señora. —un joven me mira con cara de pocos amigos mientras me habla en francés. Y luego maldice.

—Lo siento. — farfullo mirando nuevamente las construcciones.

Llevo dos días en Burdeos y aún no he podido tener el coraje de visitar la dirección que Charles Mellintong me envió.

No puedo acobardarme ahora.

Ahora estoy en la calle donde se supone tomaré el taxi para llegar hasta la dirección.

—Vamos Ruthe. ¿Qué es lo peor que puede pasar?

Esa es una excelente pregunta así que Armándome de valor le hago señas al taxi y me subo. Qué es lo peor que puede pasar. Que no me quiero ni siquiera ver. Que no quieran saber absolutamente nada de lo que tengo para decirle. Que en verdad jamás me quisiéramos y me enviaron con la loca de Amanda para no volver a escuchar de mí.

¡Maldición! La realidad es aún más escalofriante de lo que había pensado.

Mientras estaba en Montreal las expectativas no eran tan altas. Sin embargo, una vez que pise suelo francés lo único que hago es pensar que quizás esto ha sido un error.

Le doy la dirección al caballero y cruzo los dedos para que no me secuestre y venda mis órganos.

Estoy más nerviosa a cada segundo.

Luego de lo que parece una eternidad, el hombre detiene el coche frente a una casa en la calle Rue Mac Carthy. La casa tiene tejado de color anaranjado viejo. Es de dos niveles y tiene un pórtico hermoso lleno de flores rojas y blancas. Un par de begonias en un lado y unas bellas plantas con flores verdes con blanco que jamás en mi vida había visto.

—Gracias. — le digo en francés al taxista, abro la puerto ay me bajo con lentitud solo con el bolso en la mano y el móvil dispuesto a comprar un boleto de avión y regresar a Montreal.

Me prometí una semana. Si no encuentro a mi familia, al menos conocer Francia.

Los museos y arquitectura de burdeos es exquisita, sé que al menos eso, como profesora de historia que soy, no poder evitar visitar y conocer.

A fin de cuentas, algo positivo debo tener de recuerdo.

Sé que esto saldrá mal.

Nada me ha salido bien en la vida.

Una esposa para francésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora