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Cinco días después

— ¿Nerviosa? — me pregunta Verónica entrando a la habitación y observándome mientras me coloco los pendientes en las orejas.

— Es una forma educada de decir que me estoy muriendo el miedo.

— No tienes nada que temer, si no quieres ir, no vas y punto. No puedes sentirte obligada solamente por complacerlo.

— No se trata de complacerlo o no. De verdad que quiero ir pero conocer a su hermano...— Murmuro. — Siento que me supera la situación.

— Te repito, cariño, si no quieres ir, no vayas. Dile que quieres cenar con él a solas, que es muy pronto para conocer a su hermano.

— Jamás compartí con la familia de Cristóbal, él nunca se interesó. Se avergonzaba de mi. De decirle a todos que estaba conmigo. Ahora entiendo que no quería hacerlo porque estaba con Solé también...

— No puedes comparar cada segundo uno con el otro. Dijiste que ya habías superado el tema de tu hermana y su casamiento con la lacra humana qué supuestamente es un buen maestro.

No había manera de que Verónica hablara bien de Cristóbal. Ella sencillamente le odiaba a muerte.

— Pero sí puedo comparar las actitudes. Son como agua y aceite. La luz y la oscuridad.

Aún no puedo creer que Joseph se haya aparecido en casa de Verónica en la tarde anterior. No supe en qué momento llegó de Francia. No me llamó para decirme que estaba en Montreal. Lo cierto es que no volvimos a comunicarnos desde que aquella noche puso las cartas sobre la mesa, él no me escribió. Yo tampoco le escribí a él.

Sin embargo, su propuesta estaba allí, y sus sentimientos estaban allí, y sus intuiciones estaban más que claras.

Él quería algo más conmigo. Quería formalizar las cosas. Deseaba una relación pública conmigo.

Ese bombón francés no se avergonzaba de mi cuerpo ni de presentarme a su hermano.

— Si te llevas de compararlos vas a estar sufriendo recordando lo que viviste con ese estúpido de Cristóbal. Disfruta de tu francesito y listo.

— Lo que necesito es estar consciente de que ahora tengo la oportunidad de tener una relación sana, que estoy con un buen hombre...

— Hay muchas cosas que te aseguro desconoces de verdad.

— No importa las cosas que desconozca de Joseph, lo único que sé es que el está dispuesto a esto conmigo y que me está diciendo que en verdad le interesó, que no se avergüenza de llevarme a conocer a su familia, su hermano es la única persona constante en su vida. ¿No Puedes alegrarte por mi?

— Si, ya lo sé, son pasos importantes y te sientes que casi te está poniendo el anillo en el dedo, sin embargo, no es así, es solamente una cena.

— Es una cena aquí en Montreal en donde me siento cómoda, en donde está mi hogar, todo esto para conocer su familia. — ¿cómo es que Verónica no puede verlo?

¿Cómo es que ella no puede comprender que esto es un gran paso para lo que sea que esté surgiendo entre Joseph y yo?

— Me preocupo por ti cariño y lo sabes. Eres muy buena y ese hombre se nota que esta interesado en ti, pero hay cosas que no me terminan de cuadrar.

— Lo sé, también Sé que no tenías que dejar tu puesto como psicóloga en el colegio, lo que pasó conmigo no tiene nada que ver contigo.

— Ambas estamos desempleadas, así que no importa lo que hagamos de ahora en adelante, mis decisiones no tienen nada que ver contigo y a la vez tienen todo que ver. — ella comienza a peinar mi cabello negro largo mientras yo la observó, a cada movimiento quiero adivinar lo que está pensando, pero Verónica sabe muy bien Ocultar sus sentimientos y sus pensamientos, no es como yo que soy un maldito Libro abierto que cualquiera puede adivinar lo que pasa por mi cabeza.

Una esposa para francésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora