63

132 11 0
                                    


Salgo del baño y me encuentro frente a frente con el dolor de cabeza más fuerte que he tenido en la vida, un dolor de cabeza andante que respira y que tiene sangre que bombea directo desde su corazón a todo su cuerpo.

— No voy a hablar contigo, así que ahórratelo. Me voy a casa— le digo de inmediato cuando veo que él abre la boca, así que paso a su lado y me voy con dirección hacia la salida, sin embargo la mujer embarazada con aura de ángel caído del cielo se atraviesa en mi camino.

— ¿Por qué no te quedaste a cenar?

— ¿En serio me estás preguntando esto? ¿Es que acaso no has visto lo que ha sucedido? ¡Me ha mentido todo este tiempo!

— Sé que sí y estamos claro de que es un idiota, eso lo hemos dejado sobre la mesa, todos lo sabemos, pero por favor, quédate, he mandado a preparar un arsenal de comida queda para alimentar a todo Montreal, he viajado desde lejos, muy lejos, muchas horas de vuelo, solo para conocerte.

— Me estás manipulando. No va a funcionar tu cara angelical.

— ¿Vas a dejar que una mujer embarazada así? ¿Después de haber viajado desde Francia para conocerte a ti? ¿Después de mandar a preparar una cena riquísima y disfrutar de una velada en esta mansión tan bella? ¿Y tú te vas a ir así sin más?

— Soy bastante grandecita como para dejarme manipular por una mujer embarazada qué cree que puede emparejar a su cuñado con la primera mujer que se le atraviesa. Deja de jugar a la casamentera.

— Ana. — esta vez fue Joseph el que intervino. — Déjala ya. Si ella se quiere marchar deja que lo haga. No merezco que salga de aquí, no merezco...

— Eso es cierto— le digo girándome hacia él. — ¡Tú no mereces absolutamente nada y quien sea que te haya golpeado en la mejilla debió de haberlo hecho mil veces más fuerte!— le grito al darme cuenta de que tiene todo un rojo en la mejilla derecha. — ¡Mereces eso y mucho más dolor!

— Gracias— dice la cuñada de Joseph y me doy cuenta de que ella ha sido que le ha propinado el golpe. — Se lo merecía. Es experto cometiendo tonterías.

— Ven, vamos a buscar al chofer para que te lleve de regreso. Lamento que las cosas hayan terminado así. Quería que esta noche fuera especial.

— ¿En serio vas a irte?

Me quedo mirando a la mujer con cara de a punto de echarse a llorar.

Me siento terrible por lastimarla, sé que son muchas horas de viaje, pues yo misma hace apenas unos días también tomé un vuelo hacia Francia, hacia Burdeos, se bien lo lejos y cansón que puede ser el viaje. Ellos rentaron esta mansión para quedarse unos días, para conocerme.

¿Por qué no puedo hacer una ingrata malagradecida y largarme ahora mismo de esta mansión y dejar a la familia Bourdeau joderse sola?

— Hola, Ruthe, creo que no nos hemos presentado oficialmente. Mi nombre es Antoine. — el hombre muy parecido a Joseph pero con las facciones un poco más marcadas, más fuertes y rígidas, con el pelo más oscuro y los ojos tan intensos que parecen traspasar mi alma, extiende su mano hacia mí y en un acto reflejo de saludo.

— Encantada. — farfullo mirándole a los ojos y soltando el agarre rápidamente. Ese hombre es tan imponente como mi tia había dicho.

— Eres bienvenida en mi casa si deseas quedarte. Entiendo que mi hermano pudo haber escogido un mejor momento para confesar sus pecados y muy malas decisiones, pero no tienes idea de lo mal que la voy a pasar si te marchas y mi esposa hace todo esto en balde. Ella fue la de la idea de viajar desde tan lejos y de rentar este lugar solo para verte. Jamás creímos que Joseph fuese a presentarnos a nadie.

Una esposa para francésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora