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Engañada.

Triste.

Tan desolada como si me hubiesen clavado un cuchillo en el corazón.

Creo que jamás en mi vida me había sentido tan traicionada como ahora.

Sin importar cuántas veces Amanda me ofendía, me gritaba que era inservible, criticaba mi cuerpo, mi forma de hablar, mi forma de peinarme, o mas bien de no peinarme, mi ropa y como nada me quedaba "Bien" según ella; sin importar cuántas veces se burló de mí, cuántas veces me dijo que yo era una carga para su familia, sin importar que me di por completo para ellas, nunca fui suficiente. Sin importar que me engañó toda mi vida, haciéndome pensar que en verdad era su hija para no prestar atención al hecho de que mi padre había dejado un fondo para mi.

Jamás pensé que alguien pudiera lastimarme más de lo que Amanda y Sole lo habían hecho.

Jamás creí que alguien pudiera lastimarme más de lo que Cristóbal lo había hecho al utilizarme, al burlarse de mí y hacerme pensar que en verdad teníamos un futuro. Aun cuando estaba con mi hermana y ambos planificaban avergonzarme y lo lograron.

Lo que siento por Joseph no se comparará jamás con nada que pueda sentir por otra persona.

Ahora me doy cuenta de con estúpida había sido y de cuánto voy a sufrir de ahora en adelante. Justo ahora me doy cuenta que en verdad esto es amor. Esto que estoy sintiendo en el pecho es amor, amor de verdad, me he enamorado de un hombre que no conozco.

Me enamoré de un hombre que me utilizó para ganar una puta apuesta.

¿Cómo es posible que haber sido tan tonta?

¿Cómo es que no pude confiar en mis instintos y darme cuenta de esto?

¡Es que incluso Verónica no estaba segura de que esta cena era lo mejor para mí y hasta ahora me doy cuenta de que mi amiga tenía razón!

No estoy lista para estar en una relación tan intensa como esta.

O quizás no soy yo tal vez solo él.

¡Joder! Por supuesto que él es el problema.

— Ven, vamos a la cocina, te serviré un vaso con agua o quizás quieras algo más fuerte. Yo no puedo tomar nada más fuerte que eso, pero puedo mirarte.

— Gracias por intervenir. Te juro que iba a matarlo allí mismo en el jardín.

— No te disculpes, he sentido deseos de matar a Joseph varias veces así que te entiendo la perfección.

La mujer en un obvio estado de embarazo le resta importancia a mi enojo y sirve un poco de agua del grifo en un vaso de cristal, lo extiende y me observa esperando que lo tome.

Sostengo el vaso recelosa y ella enarca una ceja.

—No voy a envenenarte, mujer, de haber querido que perdieras la vida te hubiese dejado allí afuera con ese loco.

Al ver que abro mis ojos de par en par, ella se asusta y niega con la cabeza rápidamente.

— Joseph jamás te pondría un dedo encima. — Me dice— lo digo por el hecho de que obviamente le quieres y qué si le dabas la golpiza que pretendías darle es probable que murieras allí mismo de dolor.

— Eso es un poco dramático, inclusive para mí.

— Culpa mi trágico Hobby de leer novelas de romance, más ahora que estoy embarazada y que Tony no quiere dejar que ponga un pie fuera de la casa sin su supervisión.

Una esposa para francésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora