Capitulo 19

130 8 0
                                    


Me despierto en una cama extraña y cómoda, mi cuerpo se acomoda aún más y poco a poco mis sentidos se van despertando también. De inmediato me doy cuenta de que mi acompañante nocturno, no está a mi lado en la fina cama y me levanto de un salto de la cama. No sé cuánto tiempo estuve dormida, hicimos el amor innumerables veces y al final de la madrugada nos quedamos abrazados, desnudos y agotados.

Era obvio que él no se quedaría, al menos una parte de mi sabía que él se iría de inmediato, tan solo se su nombre, uno que quizá pueda tener miles de personas, aunque el apellido Bourdeau quizá no sea fan conocido, no tengo su número de teléfono, solo fuimos dos desconocidos que se dieron placer mutuamente. Con solo recordar sus manos sobre mi cuerpo y las travesuras que me hizo mi piel se estremece como consecuencia.

Me acerco al ventanal que cubierto por una cortina pesada y gruesa, obstruye cualquier rayo de luz o mirada de curiosos.

Abro la cortina con mi cuerpo cubierto por las sábanas que adornaban la cama.

Al estar sola, puedo no pensar en cubrirme de inmediato.
Me siento tan feliz, en paz, como si por primera vez puedo ser yo misma. Sin pesares, sin esas inseguridades que sé que estarán desde que ponga un pie fuera del apartamento.

La cantidad de veces que llegué al orgasmo me sorprendieron con fuerza. Jamás había sido capaz de algo así de forma tan consecutiva.
Joseph Bourdeau es definitivamente un amante excepcional.
No nos prometimos nada, no nos debemos nada.
Lo único que tuvimos fue una noche increíble.
La mejor noche de mi vida.

La luz me sonríe, al igual que mi cuerpo liberado.

La luz.

Del día.

Ahí es cuando Me doy cuenta de que es de día.

— ¡Mamá va a matarme! —Chillo.

Me ducho rápido y me coloco la ropa, mis sandalias son las siguientes. Recojo el bolso donde confirmo que efectivamente en mi celular había 200 llamadas perdidas y mensajes de mi madre preocupada pues no tenía idea de donde yo estaba.

Mi hermana Sole debió de haberle dicho que yo saldría, algo que solo lo supo porque me vio salir molesta por la broma de Nasha, pero eso no disminuye su preocupación. Mi mamá es un caso perdido, no se preocupa por mí, pero tiene una sola regla: nunca amanecer fuera de casa.
La imagen para mi madre es lo más importante, lo que digan los vecinos, lo que comenten de nosotras, cuatro mujeres solas que viven sin visita de ningún hombre.
Y yo no suelo salir a clubes nocturnos ni tampoco perderme en la soledad y oscuridad de la noche.

Mi madre no estará precisamente preocupada porque a mí fuera sucederme algo malo en el camino de regreso a casa. Ella no estaría preocupada porque alguien pudiese hacerme daño. Ella estaba preocupada por mantener una imagen de que sus hijas eran las mejores del vecindario.

Nadie sabe que mi madre hace años que no produce lo suficiente como para costear nuestra casa. Nadie sabe que en realidad, yo con mis dos licenciaturas, mi trabajo como maestra en el colegio, soy la única que mantiene nuestro hogar y la Universidad de mi hermana. Para ella es más que un reto mantenerse a flote usando prendas caras, tropas costosas, zapatos de marca por no hablar de los días de Spa y salón.

Es un reto porque en realidad, ella hace años que no puede costearse siquiera una pintura de uñas.

Mi padre nos abandonó cuando nosotras éramos bastante pequeñas. Se fue de casa y nunca más volvimos a saber de él mi madre se encargó de informarnos de su matrimonio había terminado y que ahora éramos nosotras cuatro contra el mundo.

A veces me siento que para ellas tres, yo soy el mundo.

Llego a casa después de 20 minutos en taxi me despido del señor y bajo tranquilamente intentando serenarme, pues sé que sí llego alterada mi madre lo notará, y de inmediato y se pondrá aún peor.

No pienso en nada más, lo único que deseo es llegar y correr con la suerte de no encontrarme con mi madre.

A lo mejor después de esta noche tan increíble que he pasado mucho mi madre no esté allí para sermonearme

— ¡¿Dónde demonios estabas?! —Grita nada más verme cerrar la puerta. — ¡He estado a punto de llamar a la policía! ¡Pareces una jodida puta llegando a casa al otro día en la mañana!

Mi madre está en pantalón holgado y una blusa de mangas largas. Una pijama sencilla pero que por alguna razón a ella le queda espectacular.

Ella se levanta del sofá y me mira con los brazos en jarra.

— ¿Qué crees que dirán los vecinos? —inquiere con los ojos verdes centelleantes. — ¿Qué crees que pensaran de mi hija mayor? ¿Qué clase de ejemplo es ese para tus hermanas?

¿Estaremos hablando de las mismas que saben irse por dos días a casa de amigos que mi madre ni siquiera conoce y no llamar ni por cortesía a mi padre para decirle que están bien?

— Lo siento, mamá. Se me ha ido el tiempo. — intento excusarme, pero los ojos de mi madre irradian toda clase de emociones. —No es como que sea algo tan grave, mama. Tengo veintiocho años. Creo que puedo salir y llegar tarde al menos una vez al año. —le replico.

— ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¿Cómo pudiste irte en la noche sin contarme nada? —preguntó mirándome fijamente. —Sabes muy bien lo que tienes permitido y lo que no en esta casa. ¿Cómo has podido desaparecer así?

—Lo sé, mamá. — no puedo disculparme. No voy a hacerlo. Mi madre no tiene idea de donde estuve. No sabe nada de lo que me ha sucedido y de lo que he sufrido por Cristóbal. Eso a ella no le interesa. Jamás le he interesado lo suficiente. —no es la gran cosa. Es un día, nada más. ¿Nasha si llegó? —pregunto comenzando a camina hacia mi habitación.

— ¡No metas a tu hermana en esta discusión! —Estalla ella y yo procuro meterme a la ducha de inmediato quitándome el vestido y la ropa interior con prisa—, ¿Por qué te comportas como una cualquiera? ¡Un a gorda cualquiera! ¿Crees que alguien va a quererte en verdad con ese cuerpo? ¿Dónde diablos estuviste anoche?

— ¡Déjame en paz, mama! — grito cerrando la ducha mientras mi madre continua con la cantaleta. —Déjame en paz, por una vez en tu vida. Sé que lo hice mal al no venir a dormir, pero tampoco es que te hayas preocupado por mí, por saber si yo seguía con vida. Tu única preocupación siempre ha sido lo que los demás opinen de ti y de tus hijas. No te vale ni una mierda lo que a mí me pase siempre que llegue a casa antes del amanecer.

—No seas así, no te comportes como una insolente. Soy tu madre. — esta vez ella cambia el tono tan drásticamente que me hace pensar que he cruzado la línea. — ¿Por qué te esfuerzas en lastimarme todo el tiempo? ¿Por qué te empeñas en crear una brecha entre tus hermanas y tú?

No puedo evitar soltar una carcajada.

— ¡Tu sola has creado esa brecha! ¡Tú eres quien me trata diferente! ¡Tú eres quien me llama gorda! ¿Crees que no escucho sus conversaciones mientras estoy encerrada en mi habitación? ¿Crees que no sé qué me odian por no ser igual que ustedes?

— ¡Por supuesto que no! — chilla mi madre y mis hermanas salen de inmediato. Se colocan a su lado y me miran con rabia. —Aquí te tratamos igual que a las demás. Deja tú...

—No voy a volver a esto.

—Cristóbal vino anoche. — Sole dice dando un paso hacia mí. Estoy con una bata negra puesta mientras mi cabello escurre agua. Mi boca se abre y mis ojos hacen lo mismo. —Estaba deshecho. Destruido por tu haberte comportado como una puta barata en ese club. Tanto que quieres hacer creer a los demás con tu actitud que eres mejor que nosotras.

— ¿Qué?

— ¿Con quién te fuiste anoche de ese Club, Ruthe Milá?


Una esposa para francésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora