Capitulo 9

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Narra Riley:

En medio del insomnio y los recuerdos de aquel sueño, traté con todas mis fuerzas quedarme dormida mientras los rayos del sol comenzaba a colarse por las cortinas, iluminando de manera tenue mi cuarto, creando un ambiente acogedor que me permitió conciliar el sueño por unas cuantas horas.

Al rededor de las 9:00 mi madre me despertó para ir a la iglesia y a pesar de mi cansancio y el dolor de cabeza me levanté y me fui a bañar. El trayecto a la iglesia estuvo en silencio, el ambiente en el auto se sentía tenso, pero preferí ignorarlo, pues no tenía energía para tratar de leer la mente de mis padres.

Una vez llegamos a la iglesia, mamá se adelantó a hablar de algo con el sacerdote, para después regresar y ubicarnos en la banca que habitualmente usábamos cuando veníamos a la iglesia, columna izquierda, segunda fila, asientos del costado derecho.

Una vez la ceremonia terminó, mi madre me miró de manera sería y se dirigió a mi, por primera vez en el día.

—Riley. ¿Serías tan amable de acompañarme un segundo? — me preguntó ella con un semblante muy serio, haciendo que yo la mirara confundida.

—Emm... claro, mamá. — le respondí y comencé a caminar detrás de ella.

Despues de unos segundos siguiendo a mi madre, ella se detuvo al frente de los confesionarios, en donde estaba el sacerdote con el que habló cuando llegamos.

Ella me miro girando levemente su cabeza en dirección a la puerta de aquel cubículo y yo solo le dedique una mirada de confusión.

—¡Que entres, Riley! — me dijo ella al ver me quedé parada con mi cara de confusión. — el padre Gabriel te está esperando.

Mi entrecejo se arrugó en muestra de desacuerdo. — ¿Estás hablando en serio, mamá? Sabes que no me siento cómoda hablando con estas personas. — dije provocando que mi mamá abriera sus ojos como si hubiera dicho la mayor ofensa del mundo.

—¿Cómo que "con estas personas"? — me dijo — Mas respeto, ellos son los mensajeros de Dios en la tierra. — yo resoplé emitiendo una risa.

—Como sea, mamá. — le respondí — Sabes mi posición con respecto a la religión. No voy a entrar ahí.

Mi mamá estaba comenzando a enfadarse, lo podía ver en la forma en la que apretaba sus puños y tensaba su mandíbula. — ¡Vas a entrar ahí, Riley! — dijo ella alzando levemente su voz en un susurro.

—¿Y si no lo hago, que? — le dije.

Eso hizo que mamá se enfureciera aún mas, al punto de que su rostro se tornó rojo.

—Vas a entrar ahí o mañana mismo haré que no vuelvas a jugar hockey. — dijo — haré que te expulsen de tu preciado equipo, al que tanto te costó ingresar. Así que tu decides...

Escuchar aquellas palabras hizo que ensanchara mis ojos en una mezcla de sorpresa y pánico. Mamá sabia perfectamente justo en donde dar para manipularme.

Odiaba que hiciera eso.

Odiaba que me conociera tan bien, y a la vez no me conociera en lo absoluto.

No tuve de otra, solo me quedó suspirar rendida y dirigirme al cubículo. Al ingresar pude ver al sacerdote detrás de la malla en la ventanilla que separaba su cubículo del mío.

—Adelante, hija. Arrodíllate. — me dijo aquel sacerdote con un tono pacifico en su voz.

Me arrodillé en la almohadilla para quedar a su altura sin emitir palabra alguna, pero después de unos segundos él comenzó a hablar.

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