Capitulo 37

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Narra Val:

A la mañana siguiente, me desperté un poco adolorida pero con una gran sonrisa al recordar el momento especial que Riley y yo compartimos anoche. Al girar mi vista y ver a Riley, pude notar que aún seguía plácidamente dormida.

Me quedé viéndola y detallando su perfección, apreciando como los rayos de sol que se colaban por las persianas hacían que las hebras de su cabello se tornaran de un tono brillante que resaltaba su belleza natural, dándole un aspecto casi angelical.

Con cuidado, comencé a retirar algunos mechones de cabello que estaban sobre su rostro, para después acariciar su piel porcelana iluminada por el sol, sintiendo como el contacto de estos hacia reaccionar mi piel con una leve sensación de cosquilleo obsequiada por su suavidad.

Sin darme cuenta, ya tenía una sonrisa tonta en mi rostro, una que hablaba por si sola de lo feliz y agradecida que me sentía por tener a Riley en mi vida y por darme el placer de despertar con ella a mi lado, sabiendo que se sentía igual que yo.

Con cuidado de no despertarla, me acerqué a ella y dejé un suave beso sobre su frente, para después levantarme y comenzar a preparar un rico desayuno para ambas, unos pancakes con huevo y tocino, el desayuno favorito de mi Riley.

Ya me encontraba sirviendo el desayuno, cuando sentí como una presencia se acercó por mi espalda y me abrazó por el torso.

Buenos días, preciosa. — me dijo Riley en español, aun con su voz adormilada.

Buenos días, hermosa, ¿cómo amaneces? — la saludé girando mi rostro y dándole un beso en la mejilla.

—Un poco adolorida. — dijo recostando su cabeza en mi espalda. —Pero cuando me acordé porqué, no pude sentirme más feliz. — dijo aparentando el agarre contra mi cuerpo.

Yo no pude evitar sentirme conmovida, así que me giré sobre mi misma, quedando al frente de ella. —No te preocupes, creo que cuando nos acostumbremos dejará de doler... o por lo menos eso dice Emilio. — ambas soltamos una pequeña carcajada, para después comenzar a servir el desayuno.

Después de desayunar, nos vestimos y fuimos a explorar la zona. Riley se puso un vestido de playa color esmeralda con unas sandalias color avellana. Por mi parte, yo vestía un top blanco y sobre este una camisa azul oscura desabrochada, junto con un short del mismo color que llegaba hasta la mitad de mis piernas y mis zapatos eran unos tenis clásicos en cuero color blancos.

Nos encontramos con un bazar, el cual contenía varias tiendas que vendían recuerdos alusivos a la cultura del lugar. El rostro de Riley se iluminaba con cada accesorio que veía, así que decidí comprarle todo lo que llamaba su atención, así fuera mínimamente.

—Ya no gastes más de tu dinero en mí, Val. — decía Riley con una expresión de cariño, mientras yo pagaba un collar de cuarzo verde que llamó su atención.

—Déjate querer, preciosa. — le dije yo guiñándole un ojo. Después de pagar, me acerqué a ella pasando mis manos alrededor de su cuello para ponerle el collar. —Se te ve precioso. Combina con tu vestido.

Riley suspiró rendida y me observó con amor. —Muchas gracias por todos estos regalos, Val. — me dijo con un gesto lleno de ternura, pasando sus brazos por mis hombros.

—Lo que sea para mi princesa. — la tomé por la cintura y la acerqué a mí, para después juntar nuestros labios en un beso tierno.

Después de eso, quise llevar Riley a almorzar a un restaurante típico de la zona, donde compartimos comida de mar y bebidas exquisitas que no conocíamos. En cuanto terminamos de almorzar, me dirigí a la caja a pagar, pero Riley se me adelantó queriendo pagar ella, algo que generó una divertida e inocente discusión sobre quien debería pagar.

Siempre JuntasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora