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Bright por lo general usaba a las mujeres como un medio para canalizar sus demonios, pasar un buen rato, echarlo todo dentro, pagar unos dolares si hacía falta y nada más. Con Min había sido distinto desde el principio, vivía obsesionado por ella. La seguía constantemente cuando salía de clases, maldecía a los hombres con los que hablaba y tenía celos de todos ellos, incluido su padre, el abuelo de Win. Había perdido a la madre, como buen abogado, no iba a reincidir en el error con su hijo: lo haría suyo en cuerpo y alma.

— "¿Se puede saber a que esperas?" — pensó Win"¡Solo follame!"dijo

De repente una fuerza descomunal lo arrancó del asiento, elevándolo como una pluma. En menos que canta un gallo se vio sentado a horcajadas sobre los muslos de aquel tipo. Win fue verdaderamente consciente de la diferencia de tamaños entre los dos y simplemente le dio igual.

Bright, tan seguro de sí mismo hasta entonces, pareció dudar. El ardor y el deseo le habían jugado una mala pasada. Con su hijo sobre él en esa postura le resultaba complicado liberar su verga y más todavía dadas sus dimensiones y grado de excitación. Peleó con su cinturón Gucci con nulo resultado con la sangre en la polla buscó otra alternativa, pero sus dedos eran torpes a la hora de pelear con la cremallera.

— ¡Deja! ¡Yo lo hago yo!

Win no pudo ni quiso contenerse más, dadas las circunstancias se desenvolvió bastante bien liberando aquel paquete. Sus manos anduvieron raudas y veloces por la entrepierna del mayor, tiró de aquí y de allá teniendo mucho cuidado de no lastimar a su amante hasta que su polla quedó liberada. Intentó no mirarlo demasiado para no asustarse y salir corriendo Era tan grande que ni se hizo necesario bajarle los pantalones al hombre.

— Gra... gracias —Balbuceó él sorprendido por el inesperado cambio de actitud del joven.

Su querida Min hubiera sido incapaz de hacer algo parecido en su primer encuentro sexual que transcurrió, por deseo suyo, en total oscuridad. Tuvo que emplear en aquella ocasión, mimos y muchas palabras dulces para lograr que se relajase, después de los trámites iníciales, el resto fue puro placer.

— Ya, ya... de nada. ¡Joder!

La curiosidad venció al miedo. Win observó con cierto pudor la gran barra de carne, larga, gruesa, que parecía observarlo ansioso. A todas luces era demasiado para su estrecha abertura. Pese a su aparente rebeldía, siempre había sido un chico muy reflexivo, actuaba sopesando todas las opciones, eligiendo siempre la más cabal y provechosa para todos. Ante una polla de esas dimensiones el nietecito modelo se hubiera echado atrás.  Pero el antiguo Win se había quedado haciendo trucos en el skate park echando pestes de su penoso primer encuentro; el nuevo Win quería follar así que no se lo pensó dos veces, se incorporó, agarró a aquel monstruo por la base.

— Tranquilo, tranquilo... —suplicó él un tanto descolocado ante la febril maniobra.

Acostumbrado a tenerlo todo controlado aquel arranque de lujuria por parte de su hijo lo tenía totalmente abrumado. Estaba realmente hermoso llevando el timón de las hostilidades, pasando de él y yendo a lo suyo. Se vio reflejado en Win en ese momento y se excitó todavía más.

Pasado el calentón inicial Win se lo tomó con relativa calma quién rápidamente se quitó sus pantalones.  No se clavó aquella polla hasta la empuñadura sin contemplaciones, sencillamente eso era físicamente imposible y el primero en ser consciente de eso era él. Lo cogió con sutileza, apoyando su extremo sobre su entrada sin penetrarse y comenzó a frotarlo contra él. El roce piel con piel le proporcionaba un placer que estaba a años luz del que había experimentado con la ropa, pero ese no era su objetivo. Quería algo más; lo quería dentro y lo quería ya.

Desterró sus miedos, dejó de frotarse, respiró hondo y se quedó inmóvil con su entrada babeando de nuevo, lubricando la dureza de aquel miembro. Lo sentía duro, muy duro; duro y caliente debajo de él. Lo sentía vibrar justo en el dintel de su abertura y eso, sencillamente, lo estaba volviendo loco.

Bright llevó sus manos a las caderas del muchacho, pretendiendo guiarlo en su descenso a los infiernos. Win, disconforme, utilizó la suya para golpearlas; no estaba dispuesto a que nada ni nadie le robase su momento:

— ¡Las manos quietas! —ordenó con firmeza, demostrando una seguridad en sí mismo que hasta él mismo desconocía poseer.

— Bien, como quieras...

Cuando estuvo listo y no antes trabó sus manos tras la nuca de su amante, le agarró del cabello y dejó caer su sutil cuerpo contra la barra de carne erguida que lo aguardaba ansioso con suavidad. Sintió una cálida punzada, algo dolorosa, más no lo suficiente como para hacerle rehusar el combate.  Su entraña crujía, protestaba y se resistía, pero la gravedad y las ganas de dejar atrás su decepcionante primera vez hicieron las veces de incentivo y lubricante, facilitando la penetración hasta tornarse placentera. Poco a poco, la barra de carne se fue abriendo paso a través de su entrada abriendo su angosto interior.

Las palabras entrecortadas dieron paso de nuevo a los chillidos, sonidos guturales que brotaban del interior del pecho del muchacho mientras se auto inmolaba. El ritmo de la melodía iba en aumento, Win una vez dilatado y plena de verga, se abandonó por completo al placer; lo dio todo. Utilizaba las rodillas para coger altura y luego se dejaba caer con toda la fuerza que su cuerpo le permitía, buscando asimilar un centímetro más de polla dentro. Dejó de aferrarse a Bright como si la vida le fuera en ello y se dio espacio para follar mejor, apoyando sus manos en la parte superior del todo terreno.

Con mayor capacidad de movimiento, mecía la cadera de forma salvaje, tirando su cabeza hacia atrás buscando aire, colmada de verga y con la mirada perdida en el cielo cubierto de nubes que el techo solar del vehículo dejaba ver.

Bright, por su parte, tampoco podía hablar no tanto por el placer que sentía sino por el que su hijo le estaba transmitiendo. Win follando era todo un espectáculo: hermoso, salvaje, sudoroso y sensual desde el primer hasta el último poro de su piel, a años luz de su pudorosa mamá. Se quedó prendado de él en ese instante y se juró a sí mismo que sería suyo y de nadie más. Destruiría a cualquiera que siquiera pensara que podía interferir entre lo que como siguiese con ese ritmo le estaba obsequiando el mejor polvo de su vida. Más allá de su venganza quería estar siempre junto a Win y si era dentro, mejor.

No obstante, pasados unos inolvidables minutos del sexo, las contracciones, los movimientos y los jadeos del chico comenzaron a tener consecuencias en su polla. También le sobraba toda la ropa, aunque no era el momento de interrumpir el polvo por semejante bobada; estaba seguro que Win le hubiese arrancado la cabeza de haberlo intentado.  Haciendo caso omiso del mandato del chico se llenó las manos de carne tierna. Los amortiguadores del coche no dejaban de crujir.

Pasión ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora