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Un pequeño corpúsculo del corazón de Bright  quería ser amable con Win como tributo a Ming, pero el rencor que nublaba su mente en ese momento era infinitamente más fuerte, se ciñó al plan establecido, sería implacable como en un juicio:

— Tengo la certeza de que eres guapo

— Si... es posible —replicó Win haciendo una mueca—. Se te da fatal mentir para entrarle a los jovenes, te lo digo en serio.

Win quiso morirse ¿Cómo se le ocurría decir eso? Estaba quedando como un tonto, el hombre lo estaba poniendo muy nervioso. Ese calor propio de sus sesiones masturbatorias evocando las historias que leía se estaba extendiendo por su vientre bajando hasta su entrepierna. Las historias románticas que solía leer revoloteaban como un martillo en su cabeza, el enigmático maduro de porte altivo que lo desnudaba con la mirada  parecía como salido de ellas.

Win se retorció el dedo meñique, como hacía desde muy pequeño cada vez que estaba a punto de hacer alguna tonteria o desobedecer las absurdas normas de su abuelo. Quería intentarlo, algo dentro de el le decía que era el momento, era su oportunidad de dejar la fama de timido. Por algún motivo le nacía ser rebelde y dejarse llevar con cualquiera que se le antojase interesante. Era una oportunidad de oro, un tipo anónimo que le producía una extraña atracción con su aire de suficiencia, su imponente físico y esa forma sucia de mirarlo. Sus ojos se dirigieron a la ya notable erección del desconocido, que poco o nada hacía por disimularla, lo que terminó de dinamitar la tenue resistencia que su pudor y su vergüenza oponían a lo prohibido. No podía dejar de mirar el bulto que lo tenía hipnotizado, jamás había visto algo parecido en la vida real, solo en los vídeos que ocasionalmente veía, no pensaba que existieran tipos comunes con esas dimensiones. Notó que su boca se humedecía, no tanto como otra parte oculta y caliente de su cuerpo. Jamás había experimentado algo así y menos con alguien a quien acababa de conocer.

—¿Qué miras?

— ¡No, nada! —respondió Win apartando la vista de inmediato.

Las piernas le temblaban tras haber sido descubierto actuando de una manera tan poco adecuada.

Bright no quiso ensañarse con el, esbozó una ligera sonrisa y no insistió. Cada vez le gustaba más aquel juego. Sexy, altivo, arrogante y a la vez indeciso y nervioso como lo joven que era. Aun así, decidió asestar el golpe de gracia, ponerlo a prueba, darle la oportunidad de demostrarle de qué estaba hecho.

El chico se estremeció cuando el tipo le cerró el paso de improviso. Pudo huir, pero sus pies quedaron inmóviles. Se zambulló en lo más profundo de unos ojos casi tan castaños como los suyos.

—Win —el hombre lo sujetó ligeramente por su barbilla, obligándolo a aguantarle la mirada como sucedía en los relatos románticos.

Ese contacto tanto físico como visual lo abrazo, el deseo le iba supurando por cada poro de su piel. A Bright, en cambio, le supuso un esfuerzo algo más de lo esperado. Utilizaba esa mirada seductora sin el menor escrúpulo durante los juicios con las integrantes femeninas del jurado, pero con aquel muchacho había sido algo más intenso de lo normal.

— Está claro que tú has venido a hablarme por algo y ambos sabemos qué es. Iré a mi coche, está en el estacionamiento, solo tú tienes el poder de decisión. Si no vienes puedes estar tranquilo, no volveré a molestarte, pero si lo haces quiero que sepas que conmigo no va a ser igual que con los  chicos de tu edad.

Bright se dio media vuelta con el pulso acelerado y la garganta seca. El anzuelo estaba echado, solo era cuestión de ser paciente y recoger el anzuelo en el momento justo para que el pececito quedase preso. Comenzó a andar hacia el parking y se acomodó ligeramente la erección, su hijo era aún más precioso en persona que en la foto; el silencio reinaba en el parque.

Como abogado Bright era un animal despiadado y frío, capaz de todo para lograr sus objetivos. Los escrúpulos se los guardaba en la cartera antes de entrar a juicio, justo al lado de su visa platino y a la hora de consumar su venganza no iba a ser distinto. Era consciente de que el riesgo asumido no era excesivo:  había hecho una proposición deshonesta a un jovencito que, para más escándalo, era sangre de su sangre, aunque eso era un detalle menor al que no le daba importancia, pero sin ningún testigo cercano que hubiese creado problemas. Era su palabra contra la suya.  Aun así, el preludio de un remordimiento traducido a cosquilleo en su espalda le resultaba incómodo, el chico era físicamente idéntico a su madre y deshacerse de uno de los pocos recuerdos agradables de su memoria no era tan sencillo como creía.

Además, estaba lo otro, el sexo. Ming pese a su timidez y ternura natural, fue capaz de despertar en Bright un tremendo deseo sexual que lo llevaba a excitarse y perder los papeles de una manera animal cuando la tenía cerca, que solo calmaba follando con ella a la menor ocasión. Su pasión le había llevado incluso a consumar el acto sexual en la casa del padre de Ming, con Win había ocurrido algo similar, se le había puesto muy dura al momento. Apenas habían bastado unas pocas frases para hacer aflorar todos aquellos sentimientos animales que creía enterrados por siempre jamás, y por algún motivo que no llegaba a comprender, con más intensidad incluso que con su malograda madre. Pensó que jamás una venganza le iba a proporcionar mayor placer.

El adulto sintió unas ligeras pisadas siguiéndole de cerca, la poca cordura que le quedaba se desplomó, el resto de su sangre abandonó el cerebro y se le fue a la polla. Su sonrisa de lobo se ensanchó, la conexión sexual con Nene había sido brutal desde el primer momento y por lo visto ese deseo carnal, ese deseo febril, esas ganas de más se habían reproducido con su propio hijo sin apenas haber interactuado con el. Win, más allá de su aspecto frágil y modoso, era puro fuego; prácticamente la reencarnación de su mamá solo que, con unos ojos todavía más espectaculares, cortesía suya.  

Las luces del todo terreno negro de gama alta parpadearon desactivando la alarma. La mente de Win se debatía entre el temor, la excitación y la ansiedad.  Pensó que estaba un poco loco por seguir  a ese hombre imponente que, de solo verlo, le había hecho temblar las piernas. Se aferraba a su skate como si la vida le dependiera de ello mientras su mente no dejaba de bullir.

— "¿Y si me secuestra?" — pensó—.  "¡No estás pensando con la cabeza, Win!!

Pasión ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora