Epílogo

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A Bright Chivaaree muchas situaciones le causaban hastío y más cuando se relacionaban con su trabajo. Salvo que en esa particular ocasión le causaba un gran regocijo el atravesar las puertas del centro penitenciario. Pasó las pesquisas de rigor y tras compartir un café rancio con el alcaide de la prisión, logró, con un poco de persuasión monetaria que llevaran a ese despejo humano a esa deplorable oficina. Sin duda tendría que darse un par de duchas para desprenderse de ese aroma agrio. Mientras pasaba por todo ese acto protocolario se le era difícil de olvidar aquella noche.

El par de minutos que le tomó a Win ir de su habitación y el regresar a ese sitio maldito se le hicieron interminables. Los segundos que tardó la copia de esa escena del crimen se le hicieron los segundos más largos de su vida. Para su fortuna se desarrolló sin problemas, inclusive se tomó la osadía de copiar otros cuantos vídeos como prueba del abuso continuado.

A pesar de temblar, se movía producto de la adrenalina, cerró la puerta tras cerciorarse de que no dejaba nada que levantase sospechas al viejo, la parte más aterradora fue la de devolver la llave, casi le dio un infarto al ver a su abuelo balbuceando producto de su estado alcoholizado.

Corrió a su habitación, pensó en vestirse y salir corriendo. Solo en ese momento se permitió flaquear, y llorar como el chico que apenas iba dejando de ser. Cogió el teléfono y tras un par de tonos una voz atendió a su llamado nocturno.

Win corrió, como llevaba haciendo buena parte de esa noche, pero en esta ocasión, hacia la puerta de la casa. Se detuvo justo delante de la biblioteca y decidió tener a la osadía una vez más.

– ¡Vamos, vamos, arranca! –le dijo a Bright casi en un grito–. No puede encontrarme. ¿Seguro que tu amigo nos recibirá a primera hora.

- Win… ¿Qué es ese cuaderno?

– Es un diario… –desvió la mirada mientras el coche entraba en la carretera– de mamá.

– Win…

– No preguntes, por favor, no lo hagas –le suplicó con un nudo en la garganta.

– Diga lo que diga, un diario no es prueba suficiente para hundir a ese viejo – Bright apretó el volante con fuerza.

– Tengo pruebas tangibles para acabar con mi abuelo ¿Estás seguro que el Intendente y el subcomisario nos recibirán?

– Cuenta con ello. Me deben un par de favores y no se llevan demasiado bien con el cabrón de tu abuelo.

Las horas faltantes para que el sol saliera se sintieron asfixiantes, en parte por la insistencia de Bright. Win no permitiría que Bright viese el contenido de esas letras y mucho menos aquella desgraciada escena del crimen.

– ¿Qué haces aquí? –le preguntó Bright malhumorado a su socio al llegar.

– Yo lo llamé –intervino Win

– No entiendo –espetó medio encolerizado.

– ¿Confías en mí? –le instó Win

– Win…

– Te quiero fuera de este caso. No quiero que veas o leas nada –suspiró sin dar un paso atrás, decidido en su determinación.

– Es mi venganza, no puedes entrometerte en ella –murmuró malhumorado.

– ¡Esto va más allá de tu venganza! Es justicia para mi madre. No serás objetivo, estas pruebas me queman las manos, es horrible, y no voy a permitir que intervengas. No me importa lo que me costó obtenerlas, las destruiré si no es Oat el que me representa.

– No me jodas –gruñó el letrado.

– Será a mi modo, o no será.

– No te creas que te saldrá gratis, luego ajustaremos cuentas –lo miró fijamente antes de dar su brazo a torcer.

– Sin duda te tiene domesticado  – se burló su colega, este calló ante la mirada asesina del lobo–. ¿Vamos?

– Vamos –Win esperó a estar dentro del edificio antes de entregarle las pruebas al socio de Bright–. ¿Aprecias a Bright?

– Eso ni lo dudes. ¿Por qué preguntas?

- Bright es terco, así que prométeme que no permitirás que vea esto.

– Tienes mi palabra.

– Genial, dijo Win

– No te preocupes Win,yo me encargaré. Hundamos a ese hijo de puta–sentenció antes de entrar a aquella decisiva reunión.


Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Bright Chivaaree que había ocupado la silla del alcaide, quien prudentemente se había retirado para contar el fajo de billetes otorgado, si bien seguía molestándole el hecho de no haber encerrado él mismo a su rival, esta visita le servía de mucho consuelo. El viejo zorro lucía destruido, consumido, mucho más viejo y desgastado. Un par de guardas hundieron al viejo que comenzó a vociferar insultos hacía su persona, lo dejó hacer un par de minutos, hasta que una profunda carcajada cargada de la máxima satisfacción acalló los quejidos lastimeros del zorro caído en desgracia.

– Viejo maldito –su sonrisa se ensanchó aún más–. Por lo visto la prisión no te ha sentado demasiado bien. Te ves asqueroso, como un perro sarnoso. ¿Sabes? Tú y yo somos unos hijos de puta, pudimos parecernos, pero hubo un par de marcadas diferencias entre nosotros. La primera, soy mucho más inteligente, soy un puto genio. Y, por otro lado, yo si logré mi objetivo.

Metió su mano en el bolsillo de su saco, colocó una fotografía sobre el escritorio, era un primer plano de Win

– Yo si logré que Win me adorase, me entregase su cuerpo y más aún, lleva a mi hijo mío en sus entrañas. Así que sí, soy un hijo de puta con suerte.

Antes de que el viejo pudiese replicar, se guardó la fotografía y ordenó que se lo llevasen. El último clavo en el ataúd de su venganza terminaba de clavarse. Por fin era libre. Salió de la prisión sin volver la vista atrás. A las afueras, el motor del gran todoterreno ronroneaba, una guapo Win bajó el vidrio desde el asiento del piloto.

- Qué haces mi amor?

– Me prometiste que en cuanto tuviese licencia podría conducir.

– Mi vida, eres demasiado inquieto, que tal si  te descuidas nos estrellamos y no puedo dejar  que tú o el bebé corran peligro.

– Dramático, que conste que él que lleva el volante soy yo, pero te lo cedo ocasionalmente –apuntó divertido, mientras bajó cambiando de asiento.

– Por supuesto amor

De camino a casa, le subieron la música a tope, Bright llevó al vientre de Win mientras cantaban a todo pulmón con toda la vida por delante.

Pasión ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora