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No pudo, ni quiso resistirse, se llevó a la boca el primero que se le antojó de inmediato. Bright jugueteó con el pezón del chico haciendo que este se removiera de gusto y bramase todavía más. Después repitió la maniobra con las mismas consecuencias para luego separarse para contemplar su obra: unos pezones erectos brillantes por su saliva.

Bright estuvo a punto de correrse. Lo vio tan entregado, con sus manos arañando el tapizado del techo de su coche, los ojos en blanco, hilos de saliva saliendo por la comisura de sus labios y temblando de puro placer que decidió tensar la situación todavía más. Le soltó un azote, más sonoro que doloroso y notó de inmediato una intensa contracción alrededor de su polla, a Bright no le tomó por desprevenido esta reacción. Win, al menos en lo relativo a los azotes, era idéntico a su adorable mamá.

Min tenía esa vena sumisa, enmascarada en su dulzura, puede que, por su estricta crianza, pero pocas no fueron las ocasiones en las que le pidió que la azotara o que su gran mano ejerciera un poco de presión sobre su delicado cuello.

Un gruñido emergió desde el interior de Bright, era tan caliente, le estaba derritiendo la polla. Tan estrecho y tan profundo. A pesar de solo haber follado una vez, su entrada succionaba y para su satisfacción pudo enterrar su mástil por completo. Pocas eran los que lograban ensartarse hasta el último de sus centímetros, ni siquiera Min lo había conseguido del todo. Le embargó de nuevo ese sentimiento irrefrenable de posesión. Win era suyo y alguien le había arrebatado algo que también le pertenecía y eso le enojo. Win abrió mucho los ojos, al igual que la boca. Su gemido se vio ahogado por la boca de Bright que lo atrapó con un beso salvaje.

—Muévete bonito— le dio un nuevo azote.

Win soltó un grito elevado por el asombro al sentir la palmada y otro al experimentar la incomprensible reacción de su cuerpo. No entendía lo que había pasado, por qué se había corrido de esa manera tan intensa e inesperada. Sin sacarse la polla del interior miró fijamente al adulto totalmente desubicado y de sus labios salió una súplica que ni en sueños hubiese imaginado pronunciar:

— ¡Dame otra vez!

Todavía no había terminado de hablar cuando recibió una segunda descarga algo más intensa que la anterior.

— ¡Joder! —Chilló a pleno pulmón.

Sus frentes se juntaron, sintiendo el aliento mutuo, las miradas cargadas del más puro y febril deseo. El chapoteo acompasaba los sonido, el vehículo tenía un fuerte olor a sexo.

Alertado por la intensidad del placer que estaba sintiendo al recibir esa descomunal verga buscó refugio en el hombro del maduro y, clavando de nuevo sus dientes en el lugar ya dañado, cerró los ojos alzando el trasero ligeramente teniendo mucho cuidado por seguir empalado.

— ¿Quieres otro? —preguntó Bright entre divertido y extasiado. Win era su sueño hecho realidad. Tenía la polla a punto de reventar, pero las ganas de llevar a Win al límite eran tremendas.

Win no contestó, simplemente asintió con la cabeza.

— ¿Más fuerte?

El movimiento afirmativo de la cabeza que pareció hasta tímido lo instó a repetir y un palmeo bastante más intenso que los anteriores.

La mordida que Bright sintió en su hombro fue tremenda, aunque a años luz de la opresión y el calor experimentados en su polla. Win se había corrido de forma salvaje tras el último golpe, notaba cómo su flujo brotaba y caía a lo largo de su verga.

Win tenía la mente en blanco y los párpados cerrados. El culo le ardía y su entrada más todavía. Permaneció quieto como una estatua, rellena de carne, mientras su entrada dejaba salir toda la tensión, todos los malos rollos, todas sus frustraciones, todas las reprimendas de su tirano abuelo a borbotones. El corazón quería salirse de su pecho. Entendió plenamente a los amigos de su clase que no hacían más que hablar de sexo y más sexo.

Pasión ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora