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Todos creían que Win aún no había tenido relaciones, cosa que no era así. Se había encamado hace una semanas atrás con Dew, uno de sus amigos. No sabía cómo había sucedido, pero terminó con el encima suyo después de una noche de juegos de rol y alcohol mientras su novia dormía plácidamente en la alfombra. Fue un polvo extraño, tal vez por los nervios de la primera vez, la culpa por estar haciendo algo mal y el temor a ser descubierto en pleno acto sexual.

Había sido un desliz, un paso en falso, un momento de debilidad provocado por el alcohol, la calentura y nada más. Un error funesto que podía llevarse por delante una amistad franca e incondicional labrada a través de los años con su amigo por eso prefirieron hacer como que eso nunca paso. Así que el día previo a su cumpleaños Win se dirigió solo y apesadumbrado hacia su lugar preferido el skate park.

Molesto con el mundo, y sobre todo consigo mismo se lanzó a hacer trucos apenas llegó, no le apetecía pensar sino simplemente sentir el frescor de la brisa que recorría la playa cercana esa tarde de finales de abril. El lugar estaba extrañamente desierto. Normalmente varios grupos de skaters se lanzaban por la pista uno tras otro en busca de la pirueta imposible, ese día no era así, a pesar de haber quedado con sus amigos, no se veía rastro de ellos.

Tan ensimismado estaba Win desplegando su técnica que al principio no se percató de la presencia de un espectador que lo estaba observando. Cuando lo descubrió no pudo apartar su mirada de él.

— Ya está ese idiota allí otra vez... ¿qué querrá? —musitó para sí sin dejar de observar al desconocido que llevaba unos días rondando por aqui a la hora que ella y sus amigos iban a practicar. Se paseaba de un lado para otro hablando por teléfono —Está guapo dijo

La vestimenta del hombre de casi uno ochenta y tres de altura. Su traje de chaqueta hecho a medida, su corbata de seda azul marino y sus mocasines de marca italiana no estaban hechos para aquel lugar plagado de polvo, grafitis y latas vacías de bebidas energéticas.

Decir que aquel espectador lo había impactado sería quedarse corto, algo en su presencia imponía; quizás se trataba porque parecía tan fuera del entorno o a uno de los personajes de las historias que leía. Era un tío guapo, eso resultaba innegable, tenía un rostro enmarcado en una pulcra barba como su cabellera. Bien sabían las estrellas lo mucho que le encantaban ese tipo de hombres, existía en un constante estado de ebullición, sólo se limitaba por las ideas un tanto arcaicas inculcadas por sus igual de arcaicos abuelos.

Mientras sus compañeros de clases suspiraban por los chicas de los cursos superiores Win lo hacía por ese tipo de hombres, aunque le daba mucha vergüenza reconocerlo y lo sucedido con su amigo no había hecho más que reafirmarse en sus convicciones. Los chicos de su edad eran unos perfectos tontos. Prefería tener fama de chico tranquilo y poco sociable a que confesar su atracción por los hombres  y ser objeto de burlas de por vida.

Win fantaseaba con hombres maduros, serenos, seguros de sí mismos. No lo hacía muy a menudo, pero cuando se tocaba, lo hacía imaginando ser acariciado por manos grandes y firmes como las de aquel desconocido. Pese a eso, más allá de sus lecturas, jamás había pasado de una que otra miradita alguno que otro chico de grado superior. 

Sin embargo, ese día era tal que decidió hacer algo que nunca había hecho y quizás nunca se atrevería a volver a hacer. Tomo el skate con un pequeño empujón de su pie para cogerlo debajo de su brazo y se aproximó al misterioso hombre respirando muy despacio para templar sus nervios dispuesto a lanzar una ficha:

— ¿Estás perdido? —el hombre frunció el entrecejo, como si lo estudiase.

Win se estremeció. De cerca el desconocido era condenadamente guapo, decidió cambiar de idioma, tenía pinta de extranjero, uno de esos exitosos hombres de negocios que rondaban los cuarenta, ¡si hasta olía delicioso! —. Do you speak Spanish? Do you need an address? you seem lost.

—¿Sé te da bien el inglés? —Bright se reprendió, qué clase de pregunta estúpida era esa, se veía que lo dominaba. No pensó que su primer encuentro con su hijo fuese a salir de esa particular manera, se le veía tan seguro y tan guapo que su cerebro hizo un breve, pero intenso cortocircuito.

—Me gustan los idiomas —se encogió de hombro. Insisto pareces perdido, este no es un sitio para un tipo como tú.

—¿Y qué se supone que soy?

—Un tipo algo mayor —apuntó Win con una sonrisita—. ¿O eres un skater frustrado? ¿Quieres revivir tus tiempos de gloria?

—Vaya, ya te has referido a mí de varias formas despectivas en apenas unas frases, eres una pequeño descarado —una sonrisa lobuna se esbozó en su rostro—. Lo cierto es que no, jamás en mi vida me había interesado por el skateboarding hasta estas últimas semanas.

—¿Crisis de los cuarenta?

—Otro apelativo descalificativo y tendré que castigarte, jovencito—. Bright frunció el ceño.

—No creo que sea necesario —repuso Win. Un tenue rubor se extendió por el rostro del chico que inocentemente se humedeció el labio inferior obteniendo un aspecto que iba entre lo arrebatadoramente sexy y lo tiernamente inocente. Desvió la mirada un tanto apenado. Ni siquiera tenía que estar hablando con ese hombre, pero algo dentro de él le invitaba a seguir plantado, cerca de él. Como una especie de tensión y atracción irresistible hacia lo prohibido. 

Win echó una mirada alrededor, la playa no era la mejo, pero tenía ciertas zonas rojas por la contaminación por lo que no era la preferida por los bañistas, y en esa tarde casi fría de abril, pocos eran los skaters que se animaban a pasarse por ahí. Una notificación de su móvil la sacó un poco de su trance, el imponente hombre seguía mirandolo con los ojos, como si quisiera adentrarse dentro de su cabeza. Bajó la mirada y lo que vio terminó de acrecentar su colera: una publicación en Instagram de Dew y Prim que acababan de publicar una foto celebrando su primer año de novios "por muchos años más juntos" firmaban al final del reel.

— Estúpido —espetó.

— ¿Te refieres a mí?

— No, para nada. Disculpa. Hice una estupidez hace poco con un idiota, que ni siquiera me gusta —admitió pesaroso—. No pienses ma. Fue un calentón por el alcohol y nada más. 

— No te conozco, pero en estos pocos minutos no me has parecido nada de eso. Se ve que, además de ser muy bonito, eres una chico muy responsable.

— ¿Lo dices en serio?

—Claro, no me extraña lo de tu amigo o cualquier chico perdería la cabeza contigo.

— Tonto, me refería a lo otro, pero gracias —rió Win con las mejillas cada vez más enrojecidas.

— De nada ¿Cómo te llamas?

— Win

— Además de guapo, tienes carácter. Interesante.

Bright hizo un barrido de pies a cabeza a su bello interlocutor. Sin duda era un pequeño bombón como su madre, incluso más hermoso. Pero más allá de eso le sorprendió en el cuerpo a cuerpo. Se sintió a gusto conversando con Win de forma distendida. Tenía la creencia de que las jóvenes de su edad eran tontos y que apenas podían articular un par de frases seguidas sin mirar al móvil. Intuyó que interactuar con Win iba a ser interesante, más allá de engatusarlo para llevárselo a la cama como era su plan.

Sabía que no estaba bien encariñarse con él. En realidad, no tenía planes más allá de arrebatárselo a sus abuelos y quedárselo para sí como si fuese un botín de guerra y poco más. En teoría no era más que un medio para causarles dolor a esos cabrones, pero le recordaba tanto a Ming, la única persona a la que había demostrado tener humanidad que su buen juicio se nublaba. Él nunca había tenido a nadie realmente, ni antes ni después de ella. La malograda madre de aquel angelito sin alas había sido el primer y único amor de su vida. Habían conectado desde el primer día y sentía esa misma sensación con Win pese a haber intercambiado con él unas pocas palabras y eso le turbó. No estaba en sus planes tomarle aprecio, teóricamente sus sentimientos deberían traerle sin cuidado.

Pasión ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora