12.

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 Se quedó un momento  con su trasero desnudo apoyado en el frío mármol. Bright volvió enseguida. Sacó el tubo de lubricante y otros artículos de aseo que Win no identificó.

– ¿Qué es eso?

– Tranquilo, confía en papi. 

– A veces te comportas como un auténtico loco

El adulto se comportó como corresponde durante la maniobra de limpieza, consciente de que ese no era el momento para hacer bromas. En primer lugar, utilizó una de las toallas para asearlo Win se estremeció a cada roce y a pesar de que la vergüenza le embargaba se dejó hacer. No se reconocía, siempre había sido una chico rebelde, le desconcertaba el poder que ese canalla tenía sobre el. Le excitaba hasta hacerlo desesperar y a la vez le infundía paz y una extraña confianza, esa que se tiene en alguien al que se conoce desde siempre.

– Tranquila, ya está –apuntó Bright limpiando los restos de jabón de las inmediaciones de su entrada que, en breves instantes, iba a follar–. ¿Todo bien?

– S.. sí –jadeó Win. Todavía no tenía el valor suficiente como para mirarlo a la cara

Bright clavó la mirada en la entrada del chico presentado a su entera disposición. Si bien era cierto esa extraña necesidad de poseerlo le nublaba el juicio.

– ¡A la mierda! –murmuró liberando su polla de la ropa interior–. ¡No puedo más!

– Cállate y hazlo de una vez –se quejó Win en medio de un gemido al sentir la polla totalmente erecta en las inmediaciones de su entrada–, no te atrevas a sacar tu polla de mi si no me he corrido.

– Como ordene mi chico

– No... no soy tu...

Bright perdió los papeles. Agarró el cuerpo de Win y lo atrajo para sí, colocándolo justo en el borde del mármol. Enfiló su polla y entró dentro de el sin pedir permiso, con la urgencia dan las ganas, sin mesura ni cuidado. A pesar de lo mojado que estaba la estrecha entrada opuso un poco de resistencia. Él lo aniquiló de un solo golpe; Bright desatado no era de los que hacía prisioneros, ni siquiera con su chico.

Win soltó un gritito al ser penetrado lo sentía dentro; notaba cómo el cuerpo extraño iba abriéndose paso dentro de el, ensanchando su entraña, arrasando con todo. El punzante dolor inicial dio paso al calor, un placer tan intenso que su mente no podía pensar en nada.

El ritmo fue febril e intenso desde prácticamente la primera embestida. Win se tapó la boca cuando comenzó a chillar. Bright, furioso y encabritado con el por haber nombrado a su abuelo, lo tomó por ambas muñecas con una de sus manos, cruzándolas por su espalda, atrayéndolo hacia sí más todavía, penetrándolo más fuerte, follándolo duro, muy duro. Win, orgulloso, apretó los labios con todas sus fuerzas, no quería darle el gusto de oírlo gritar. Desesperado, quiso morderle de nuevo, pero Bright lo vio venir y repelió su ataque tirándole del cabello hacia atrás. Como el día anterior, el dolor intensificó las sensaciones transmitidas por el sexo, lo que terminó de desarmarlo por completo.

– ¡Ahgg!

– ¡No te cortes, quiero oírte gritar! –le ordenó.

– ¡No! –jadeó ella saciada de polla con la mirada fija en el techo, antes de que sus palabras se viesen ahogadas por su propio alarido de puro placer.

Bright hizo magia con sus caderas. Cuando entró con soltura en el y estuvo seguro de haber aniquilado su resistencia lo liberó. Win permaneció con los brazos caídos a la espalda y la mirada sumergida en un torbellino de sensaciones cada cuál más placentera. Fue un inicio de follada intensa, rápida, desgarradora; poco o nada amorosa por eso le sorprendió en el momento en el que lo besó, casi con ternura. Pasado el estado febril inicial y mientras se devoraban las bocas el ritmo, aunque potente se tornó más consistente, menos eufórico y más suave. El primer orgasmo de Win succionó con tal intensidad el miembro del letrado que en medio de una maldición lo dejó ir todo dentro de su hijo.

Absortó por la imagen que tenía delante el implacable abogado se quedó prendado de la sensualidad del chico. Contempló cómo el semen caía lánguidamente de su entrada y formaba primero un charquito en el mármol y luego caía hasta el suelo. 

A pesar de la comprometedora situación Win no se cerró de piernas. En un primer momento no lo hizo por complacer a su amante sino porque, literalmente, no tuvo fuerzas para hacerlo. Había quedado exhausto; sólo por ese primer polvo ya valía la pena el tremendo castigo que el tirano de su abuelo sin duda le iba a imponer cuando volviese a casa. Después, cuando las piernas volvieron en sí, no las cerró sencillamente porque no le apetecía hacerlo, quería exhibirse. Sentía el rubor de sus mejillas, pero a su vez, el estar expuesto ante la mirada de su fastuoso amante la reconfortaba de un modo extraño. Siempre había sido muy pudoroso y, en cambio, ante él tenía unas ganas locas de mostrarse tal vez en agradecimiento al placer que él le había regalado.

– E.. Eres tremendo.... –Sentenció Bright cuando pudo articular de nuevo una palabra de forma coherente.

–  tú tambien... papi. –repuso la otra a media voz, tras tragar saliva.

Tras unos momentos de tregua Bright se levantó de un salto y volvió a examinarlo de cerca

– A partir de ahora, lo mantendremos así 

– Pervertido –Win le regaló una sonrisa sin cerrar las piernas, esa que le hizo lucir tan adorable con esos pómulos ruborizados.

– Ayer fui un poco brusco.

– Estuvo genial.

– Se suponía que ya tenias experiencia, por eso no tuve cuidado.

– Y la tengo pero digamos que con Dew no fue tan bueno como lo es ahora

– Ah... ese es el nombre del desliz –murmuró concentrándose en la entrada del Win, no era el lugar ni el momento para dejarse llevar por la bestia posesiva de su interior que ya deseaba arrancarle los brazos al desconocido aquel.

– Sí, es uno de los chicos que nos rodeaba ayer. El chico de Prim

– Es muy poquita cosa, ¿no?

– Un idiota, eso es lo que es.

– Sin duda. Tomemos una ducha antes de llamar al servicio de habitaciones. Supongo que tendrás hambre.

– ¡Siii...! –chilló Win recibiendo la propuesta con entusiasmo, aunque en seguida cambió el semblante–. No es necesario que sigas haciéndolo, ¿sabes?

– ¿A qué te refieres?

– Al rollo ese de padre e hijo.

– ¿Te molesta?

– No. Es sólo que nunca conocí a mi padre.

Bright tragó saliva y miró frente a frente a Win. Probablemente Win pensaría que estaba bromeando, pero bien sabían los dioses que él lo dijo totalmente en serio. Incluso estuvo a punto de quebrarse su voz.

– Yo seré tu papi a partir de ahora. Cuidaré de ti y nadie volverá a hacerte daño, ¿esta bien?

– Bien –contestó Win muy turbado mientras un juguetón cosquilleo le recorría la espalda.

– Bien... ¿qué?

– ¡Bien, papi!

Permanecieron los dos conectados por la mirada durante un tiempo.

– ¡Venga, a la ducha! –espetó Bright ayudándolo a incorporarse primero, dándole un cachete en el culo después, rompiendo la magia.

Pasión ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora