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Win trataba de mantener un bajo perfil, actuaba inclusive de manera más condescendiente en su casa para evitar que los castigos le impidiesen abrazar a su amante. Win ya conocía cómo era el deseo reflejado en el rostro de un hombre. Los ojos lujuriosos de su abuelo, les causaban asco y temor a partes iguales, a diferencia de los de Bright que encendían su deseo. Esas caricias que desde niño pensaba inocentes no tenían ni un ápice de luz, eran pura lujuria. Lo encontraba mirándolo de más o incluso rebuscando en el cesto de su ropa sucia. Le miraba con deseo y aprovechaba cualquier circunstancia para apoyar alguna de las manos en sus muslos. Y eso no era lo más alarmante, en su último enfrentamiento notó una despreciable dureza en su parte baja Win no pensaba que su suerte pudiese empeorar, hasta este día, que sin duda sería un punto de quiebre en su vida.

Esa semana, cualquier trabajador de Chivaaree & Asociados procuraba practicar el olvidado arte de pasar inadvertido, ser uno con el ambiente, mimetizarse y no llamar la atención. Algunos aparentaban ser un mueble, otros una planta, incluso algún desdichado probó en ser uno con la pared. Nadie en su sano juicio quería que los ojos del lobo se posarán sobre su persona.

Bright no se aguantaba ni a él mismo, odiaba que Win tuviese tanto poder sobre él, y que llevara una semana de apenas dormir no contribuía a mejorar su ya rancio humor. Así que esa mañana de verano, cuando Win se dignó a llamarle, decidió ser vengativo y pagarle con la misma moneda. Activó el modo avión como una pequeña venganza. No podía desconectarse del todo así que siguió online, cortesía del wifi, donde su hija no perdió el tiempo para continuar insistiendo.

El chat de WhatsApp empezó a vibrar, un mensaje tras otro, aguardando una respuesta que no llegaba. Haciendo gala de un autocontrol que no poseía, declinó por ir más allá y apagar el móvil.

Unas cuantas horas más tarde, y con su ánimo más calmado, el abogado tomó su teléfono. En parte quería que Win le suplicase tanto como él hizo. No le vendría mal desprenderse de esa actitud caprichosa e infantil. La desazón le invadió al oír el primer mensaje. Lo que escuchó le heló la sangre. Una serie interminable de audios cada vez más angustiantes:

   _ Papi… sé que estás enfadado y que por eso no atiendes, pero por favor, te lo suplico. Contesta.

El siguiente audio venía un par de minutos después:

-   Por favor, por favor, contesta. Deja tu enojo a un lado. Necesito tu ayuda.

Otro audio, escuchó como su voz se quebraba.

-  Papi… desde ayer mi abuelo no se aguanta, por lo visto perdió otra importante cartera de clientes y la ha tomado contra mí. Por favor, necesito que me ayudes… contesta, contesta.

Aguantó la respiración. Se trataba de otro estratégico cliente que él le había quitado, como parte de su plan para destruir al viejo. El siguiente audio venía una hora después

-  Tengo miedo -musitó lloroso-. Por favor, basta, cualquier pareja discute. Contesta, por favor.

-  ¡Win abre la maldita puerta! -un golpe seco retumbó en la habitación- Win, ¡no me hagas enfadar! Se escuchó la voz de abuelo en el audio

-  Por favor, por favor, Bright no me hagas esto, por favor.

Bright se puso de pie, nervioso, impotente, culpable, temía escuchar los siguientes audios. Quería meterse dentro del aparato y salvarlo pero esos audios formaban parte del pasado.

-  Vamos, Win

-   No me dejes, Win-los gritos del otro lado de la puerta por parte del viejo no cesaban-. Dijiste que me cuidarías, que nadie me lastimaría si estaba contigo. Cumple tu promesa. No me dejes cuando más te necesito. No me abandones....

Los siguientes audios se repetían en una lenta agonía con el paso de los minutos. El tono violento por parte del viejo no se detenía, por el contrario, iba a más. El último audio era de hacía poco más de una hora. Tan inquietante que tuvo que reproducirlo dos veces para captarlo del todo dado su casi estado de shock.

-   Yo… yo… te quiero. Pasé lo que pasé, gracias, por tanto.

¡No! ¿Por qué se despedía? Algo se le escapaba, puede que el abuso que sufriera era mucho más que el que le confesaba, así eran las víctimas de maltrato, se guardaban todo hasta llegar a un fatal desenlace. El crujido de una puerta rompió con las palabras de Win. El audio seguía grabándose, Win tenía la costumbre de desplazar el ícono de la grabación hacia arriba para grabar sin presionar el botón constantemente, afirmaba que esa función era más práctica, su mente lógica siempre apelaba por las acciones que facilitaran su vida.

-  Win-le escuchó decir en un susurro, se sentía tan aterrado. Se lo imaginó tan indefenso y ardió por dentro.

-   No me gusta que hagas estas cosas Win, ¡no me gusta que seas un puto como tú madre! -gritó el viejo-. ¡No te eduqué para ser desobediente!

-  Por favor, no he hecho nada.

-  Claro que lo has hecho, pequeño puto desobediente -ladró-. Ahora aprenderás lo que les pasa a los perros que no obedecen a sus mayores.

- Te lo suplico, no he hecho nada, abuelo hago lo que me pides siempre -escuchó el sonido de algo deslizándose, probablemente un cinturón-. ¡Por favor, no¡, ¡Por favor abuelo, no lo hagas.

Fue lo último que Bright pudo escuchar.....

Pasión ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora