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 Las paredes del cuarto estaban llenas de fotos. En una de ellas identificó de inmediato a su madre en mil y una posturas sexuales a cuál más explícita y sucia. Pese a que esperaba algo parecido no pudo evitar que sus ojos se humedecieran, lo que de verdad lo alarmó fue lo que descubrió en la otra: fotos de él dormido sobre el sofá, entre otras fotos.

Su primera reacción instintiva fue cogerlas y largarse de allí corriendo hacia la comisaría. Tragó saliva, se secó las lágrimas y aclaró sus ideas: aquellas fotos eran un punto importante pero no mostraban lo importante: al autor de las mismas. Podían haber sido tomadas por cualquiera y un buen abogado podría desmontar cualquier acusación basada en ellas. Win era consciente de que no eran suficientes.

Win fijó su mirada en el ordenador. Tenía la certeza de que lo que buscaba estaba escondido en lo más recóndito de esa computadora, aislada del resto del mundo. Rápido como un rayo y asustado por los ronquidos de su abuelo se sentó delante de él y fue cuando apareció la primera dificultad: el acceso al aparato estaba cifrado.

Win superó el primer amago de desaliento recordando unas charlas de ciberseguridad. Les dieron unas pautas del tipo de contraseñas que solían utilizar las personas mayores y decidió probar suerte. Tras unos pocos intentos su mirada se iluminó. Una vez más su mamá le había echado una mano desde el más allá ya que la fecha de su cumpleaños fue la que le proporcionó acceso al rincón más oscuro de su abuelo.

-   Gracias mamá. -murmuró.

Comenzó a navegar por el interior del disco duro del ordenador. Montones y montones de carpetas de lo que Win intuyó que serían informaciones confidenciales y trapos sucios de los asuntos del prestigioso abogado. Aun así, no le costó demasiado encontrar un apartado dedicado a asuntos personales que constaba de dos partes bien diferenciadas: “Win” y “Min”.

Venció la tentación por descubrir lo que ese monstruo tenía de él, en su cabeza no cabía nada más que el buscar algo que aclarase la muerte de su madre. Por suerte su abuelo era un hombre pragmático, todos los videos estaban ordenados según el sistema japonés, el inverso al convencional, por lo que le fue muy sencillo encontrar el último de ellos.

Win tragó saliva, respiró profundamente y abrió el archivo, tuvo la precaución de bajar el volumen para no despertar a su abuelo que seguía estando en manos de Morfeo.

Le costó décimas de segundo identificar esa misma estancia y el camastro que se encontraba a su lado. Pasaron unos minutos hasta que apareció su abuelo bastante más joven con su hija Min entre sus brazos. Ambos estaban desnudos, la erección de él era más que evidente. Después de tirarla sobre el camastro con poca delicadeza el adulto procedió a amarrar a la chica al cabecero con sendas esposas, eliminando de este modo cualquier posibilidad de defensa por su parte. La chica no se resistía, pero tampoco hacía nada para facilitar la tarea. Tampoco dijo nada cuando él le pasó la correa del cinturón alrededor del cuello ni cuando la amordazó, parecía resignada a su suerte. La estimulación previa al coito por parte del adulto hacia la muchacha fue nula. Simplemente se colocó sobre ella y, aprovechando su superioridad física, la abrió de piernas y sin mayor preámbulo la penetró.

A Win se le hizo muy duro aguantarle la mirada a su madre que, impasible, clavaba sus pupilas en el objetivo de la cámara mientras su abuelo se retorcía sobre ella buscando su propio placer. Aquella actitud poco cooperativa pareció enervar al adulto que buscó algo de acción tirando de la correa con fuerza. Min comenzó a convulsionar y a mover la cabeza, suplicando con los ojos y abriendo la boca en busca de un aire que no llegaba debido a la mordaza y, sobre todo, al cuero que comprimía su garganta. Sus movimientos, espasmos más bien, agradaron al viejo, provocándole placer en su verga, y tuvieron un efecto contrario al deseado: el tipo siguió apretando y apretando la correa mientras meneaba la cadera de forma salvaje. Tan obcecado estaba por correrse, prolongó tanto la asfixia, que no se percató en que lo hizo…  Win quedó en shock unos minutos. No olvidaría jamás esa escena.

Fin.

Pasión ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora