FORTALEZA

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POV

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POV. APRIL.

En la mañana aprecié inmensamente no tener resaca, sin embargo el dolor y los celos que me carcomían me hacían sentir agotada y devastada. Tenía la sensación de que el mundo seguía girando sin mí y el cansancio radicaba en que yo intentaba llevarle el ritmo. Ethan en brazos de otra, seguía resonando en mi mente como un eco doloroso. Salí de la cama luchando con las toneladas que parecía pesar mi cuerpo.

Después de una ducha larga y caliente, me vestí con ropa cómoda y preparé un desayuno ligero.

—Nate, ¿listo?—pregunté a mi pequeño que estaba en su habitación haciendo su mochila. Sam lo había traído temprano para que tuviese tiempo de cambiarse e ir al colegio.

—¡Sí, mamá!—respondió, saliendo de su habitación con una sonrisa.

Nate había crecido unos cuantos centímetros y cada vez era más apuesto e inteligente. Via a su colegio notaba la mirada de mi hijo sobre mi y sus ganas de decir algo.

—¿Sucede algo, cariño?—lo miré por el retrovisor y él suspiró.—Sabes que puedes decirme lo que quieras.

—¿Lo que quiera?—inquirió dubitativo.

—Claro, cariño.—dije, intentando sonreír.

—¿Por qué estás triste últimamente? ¿Es por Ethan?

No me sorprendió su percepción, sabía que solo era cuestión de tiempo antes de que empezara a hacer las preguntas incómodas.

—Es solo que estoy pasando por un momento difícil, cariño. Pero estoy trabajando en ello.—intenté ser lo más sincera sin mencionar a Ethan ni comprometerlo con mi situación.

—¿Es por lo que pasó con mi hermanito verdad?—mi corazón crujió con el recuerdo. A él solo había podido decirle que su hermanito ya no vendría porque yo me había enfermado, estuvo triste durante las primeras semanas pero poco a poco volvió a ser él.

—Sí, Nate. Pero te prometo que estaré bien, estaremos bien.

Nate asintió y se acercó a mí poniendo la manito en mi hombro. —Te quiero mucho, mamá.

Me senti conmovida por el gesto y me prometí ser más fuerte por él.

Después de dejarlo en el colegio, Me dirigí a la boutique para sumergirme en el trabajo, los días eran rutinarios y monótonos, de no ser por Nate me habría sentido sin dirección ni propósito. Amanda había pasado a ser mi alarma para que no olvidara comer mientras trabaja, y por más que intentaba llevar una vida con normalidad, todo solía doler demasiado. Me había vuelto una persona incomoda con tanto silencio y es que desde que desperté lo previ, supe que el día iba a ser gris, como la mayoría, encima Logan no podría acompañarme al gimnasio para nuestra sesión de entrenamiento, así que al estar sola decidí correr en la cinta durante 30 minutos, intenté sacar mi frustración y tristeza. Luego, me dirigí a la sección de artes marciales y me detuve para observar una clase de Krav Maga que llamó mi atención. Aprender defensa personal era lo que yo necesitaba. Sabría defenderme ante cualquier circunstancia y por otro lado sería una novedad que mi rutina pedía a gritos.

La instructora, una mujer fuerte y segura, me saludó con una sonrisa. Intenté analizar las técnicas y movimientos de los estudiantes. De repente, un sonido parecido a una carcajada baja, desvió mi atención hacia un hombre a quien ya era habitual verlo en el gimnasio pero se mantenía siempre en silencio y no interactuaba con nadie, estaba en un rincón levantando pesas con una facilidad que lo hacia parecer sencillo. Su estatura era intimidante, fornido, sin un cabello en la cabeza, con ojos grises y una barba bien definida que le daba un aire de autoridad. Su presencia era imponente, parecía un exmilitar extranjero.

Lo que llamó mi atención fue que siguió riéndose mientras observaba a los estudiantes de Krav Maga, murmurando la palabra "Mediocres" entre dientes.

El hombre parecía estar en su propio mundo, ajeno a la atención que estaba atrayendo. Continuó levantando pesas con una intensidad que parecía feroz, sus músculos se tensaban con cada movimiento. Y me sentí molesta por su actitud arrogante, me armé de valor para hablarle.

—¿Crees que lo hacen mal?—pregunte desde donde estaba.

Me miró profundamente, como si estuviera evaluandome al cuestionar su opinión. Luego de varios segundos de silencio, respondió con una voz firme y segura.

—Esas técnicas están mal.

—¿Cómo lo sabes? ¿Eres un experto en Krav Maga?—refuté.

Esta vez me sonrió levemente.—No soy un experto en Krav Maga.— dijo.—Pero sé lo que es una técnica deficiente cuando la veo.

—¿Sabes mucho de técnicas de defensa?—curioseé.

Se encogió de hombros y me respondió—Lo suficiente como para saber que esas no funcionarán en una situación real.—me intrigó así que decidí seguir preguntando.

—¿Crees que puedas enseñarme algo mejor?—no me reconocí pero ya estaba dicho.

Él silbó.—Soy costoso y tengo la agenda apretada.

—¿Cuántos estudiantes tienes?

—Ninguno. No suelo dar clases, pero como te dije, si lo hiciera, estaría sin cupos.—respondió sonriente y encogiéndose de hombros.

—Entonces solo te crees especial porque sí.—solté sin pensar y el detuvo las repeticiones de las pesas y me observó con una ceja enarcada.

—No soy especial, solo sé lo que hago. Y lo que hago, lo hago bien.

—Entonces muéstrame.—me pregunté si realmente podría aprender algo de él.

—Bien, pero te puedo decir que no sería fácil ni barato.

—De acuerdo ¡Hagámoslo!.—respondí emocionada ante la expectativa, acercándome a él.

—Calma saltamontes que no será ahora mismo ni aquí. Debo prepararlo todo y también debes pagarme antes.

—Eso suena a trampa.— advertí frunciéndole el seño.

—Tu dinero estará asegurado conmigo.—explicó.—Tanto que luego de aprender, tú misma podrás darme una paliza y hacer que te lo devuelva.

—Eres un tipo muy confiado, ¿Eh?—reí ante tanto egocentrismo. Me recordó a alguien...

—Solo sé lo que valgo.—aseguró.—Y sé que puedo enseñarte cosas que no aprenderás en ningún otro lugar.—tragué grueso al escucharlo y desvíe la mirada.

—¿Cuánto costará?—el sonrió y se limpió con una toalla.

—Te veré pasado mañana aquí, y de nuevo te recuerdo que no será barato.

—¿Cómo te llamas?—inquirí dándome cuenta que estaba confiando demasiado en un extraño del cual no sabía ni su nombre.

El se carcajeó y caminó hacía las duchas. Me sentí un poco frustrada por no haber obtenido más información sobre él, pero de pronto se volteó y me observó de arriba abajo causándome un escalofrió.

—Vinicius.—dijo.—Vinicius Oseberg.

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DESENCUENTRO (2da Parte de Tercer Encuentro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora