PIDE UN DESEO

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POV APRIL Nuestra primera parada fue en una playa de Kauai, mejor conocida como la playa de las tortugas verdes y vimos una cantidad innumerables de ellas

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POV APRIL
Nuestra primera parada fue en una playa de Kauai, mejor conocida como la playa de las tortugas verdes y vimos una cantidad innumerables de ellas.

Nate se mostró curioso y emocionado, preguntándole constantemente a Ethan sobre las tortugas y su vida en el mar.

—¿Sabes adónde van las tortugas cuando no están en la playa?—inquirió Nate, con expresión ansiosa.

Ethan se rió  dejándome embobada con la extensión de su sonrisa.

—Pues, las tortugas marinas se ven casi siempre en el agua, Nathan. Pero eso no quiere decir que no vengan a la playa. De hecho, las playas son su hogar cuando van a poner sus huevos y criar. A sus tortuguitas bebés.—explicó poniéndose a su altura y señalándolas.

—¿Entonces las tortugas vienen a la playa a tener bebés?—preguntó, con la boca abierta.

—Si, peque. Se llama ‘nidificación’ y las tortugas marinas vienen a estas playas para poner sus huevos. Luego, los bebés salen de los huevos y nadan hacia el mar.—respondí recordando un articulo que hice sobre las tortugas cuando estaba en la universidad.

—¡Eso es increíble!—vislumbró la playa, extasiado.

—¡Miren allá!—exclamó Ethan, señalando hacia la playa.—¡Son los bebés!

Los tres nos acercamos y vimos como se arrastraban lentamente hacia el mar, con sus diminutas patas se movían con determinación a través de la arena.

—¡Vaya, son chiquitísimas!— exclamó asombrado.

La siguiente parada fue una pequeña isla, que parecía sacada de un cuento de hadas. Ethan nos indicó que nos colocáramos los trajes de baño y lo siguiente hizo que mi hijo diera saltos de emoción…. nadaríamos con delfines, cumpliendo el sueño de Nate. Se suponía que ya estaba programado en nuestro viaje pero era una de las atracciones más consumidas y tocaba esperar nuestro turno en la lista. Pero claro, con Ethan no existían, listas de esperas ni mucho menos. Era solo quererlo y tenerlo.

Mi pequeño no podía contener su emoción al zambullirse en el agua cristalina, rodeado de esos hermosos seres marinos.

—¡Es asombroso!—gritó, mientras un delfín saltaba cerca de él. Sus ojos brillaban con alegría pura, y mi corazón se llenó al ver su felicidad.

Ethan se unió a nosotros en el agua, y su cercanía me atolondraba el pulso, con cada risa compartida. La chispa entre nosotros era innegable, y cada vez que nuestras manos se rozaban accidentalmente, un cosquilleo recorría mi piel, prendiéndome en fuego. Agradecí estar rodeada de agua y esos animales maravillosos para poder disimular mi necesidad por ese hombre.

Después de nadar, nos dirigimos a una playa de arenas negras, un espectáculo natural que parecía sacado de un sueño. La arena suave y oscura contrastaba con el azul intenso del océano, creando un paisaje que nos dejó sin aliento. Nate corría por la orilla, recogiendo conchas para llevarles una colección a los chicos, mientras Ethan y yo lo observábamos e intercambiábamos miradas que gritaban.

Almorzamos en un lindo y tradicional restaurante local, donde pedimos platos típicos. La comida era deliciosa, pero lo que realmente me cautivaba era la atmósfera entre nosotros. Y en especial la de ese par de personitas que tenía enfrente. Sus conversaciones eran tan fluidas y llenas de complicidad, que para nada fue difícil imaginar lo que pudo haber sido nuestro futuro juntos y supe que esto dolería de forma inimaginable en cuanto volviéramos a casa.

—¿Te gusta el poke?—preguntó, inclinándose hacia mí, y su cercanía me puso a arder las mejillas.

—Es increíble—respondí, sintiendo cómo la tensión entre nosotros crecía.

A medida que el sol comenzaba a descender, nuestra última parada fue en tierra firme, terminando el día de aventuras visitando el observatorio Mauna Kea. La vista desde allí era simplemente impresionante. Las estrellas brillaban con una claridad que nunca había visto antes, como si el universo estuviera desplegando su magia ante nosotros.

Nate estaba extasiado, apuntando a las constelaciones y preguntando sobre cada una.

Ethan se acercó a mí, y en un susurro suave, me habló al oído.

—Pide un deseo.—su aliento cálido erizó mi piel, y miré hacia el cielo estrellado. Cerré los ojos, deseando que ese momento se extendiera para siempre: Nate feliz, Ethan a mi lado, creando recuerdos que atesoraría por siempre.

Cuando abrí los ojos, vi una estrella fugaz cruzar el cielo.

—¡Mira!—grité, señalando.

—¡Rápido, Nathan pide un deseo!—dijo Ethan, sonriendo. Y mi pequeño cruzó los dedos mientras cerraba los ojos.

Y en ese instante, supe que el mío era simple pero profundo: que estos momentos de felicidad, de conexión, nunca terminaran.

Sus ojos me atraparon y en su mirada había todo aquello que anhelaba olvidar, este había sido un día más que agregar a la lista de los mejores días que él me había regalado.

El día había llegado a su fin y, al regresar al hotel, el cansancio venció a Nate, que se había quedado dormido en los brazos de Ethan, al no querer perderse de nada.

Sonreí al ver cómo Ethan lo cargaba con cuidado, su porte masculino contrastando con la fragilidad de Nate. Era una imagen que me llenaba el corazón de ternura.

Al llegar a la puerta de la habitación, abrí suavemente y entramos, asegurándonos de no despertarlo. Con delicadeza, lo acostó en la cama, y cobijo. Observé en silencio, sintiendo una mezcla de admiración y un profundo anhelo. Cada uno de sus gestos parecía estar impregnado de una conexión que  no podía ignorar y solo me ataban más a él.

Cuando se volvió hacia mi, el ambiente cambió. Nos miramos a los ojos, y por un instante, el mundo exterior desapareció. La tensión en el aire era palpable, como si todo lo que habíamos vivido juntos estuviera pasando frente a nosotros en ese momento.

Dio un paso hacia adelante, y extendió su mano y acariciando suavemente mi rostro. Su toque era cálido y suave, y mi corazón traicionero lo amó infinitamente. Un escalofrío recorrió mi cuerpo; era como si cada célula de mi ser estuviera vibrando con la posibilidad de lo que podría llegar a suceder.

—April—susurró, su voz que apenas fue un murmullo, lleno de dudas y deseos no expresados. Cerré los ojos por un momento, disfrutando de la calidez de su mano en mi piel. Pero en el fondo, había una lucha, un tira y afloja entre lo que deseaba y lo que temía.

El silencio se volvió ensordecedor, y sentí que el tiempo se pausó. Ethan se inclinó, y por un instante, uno muy breve, pareció que iba a besarme. Mi corazón latió con fuerza, anticipando ese momento que tanto había anhelado, durante el día. Pero, mi subconsciente activó mi modo supervivencia y desvié mi cara. Ethan se detuvo y, me observó con confusión, vi la frustración en el azul oscuro de sus ojos.

—Buenas noches, April—dijo, retirándose con el ceño fruncido.

Me quedé allí, con el corazón entre las manos, sintiendo cómo la calidez se desvanecía. La mezcla de emociones era abrumadora; la decepción y la esperanza luchaban en mi interior. Pero ya todo estaba dicho. No había porque recibir más daño. Mi corazón no lo toleraría.

DESENCUENTRO (2da Parte de Tercer Encuentro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora