Capítulo 193 ~ Decisión

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Maxi negó desesperadamente con la cabeza y tartamudeó.

— Tú no eres... nada parecido a ella. Tú... nunca serás desgraciado. Volveré antes de que te des cuenta. Y entonces... yo nunca... volveré a irme. Nunca... lo juro.

— Estoy en mi límite.

Maxi se quedó helada al contemplar su rostro sepulcral.

Sólo sus ojos negros como el carbón mostraban dolor.

— Todo este tiempo que te he deseado... sentí como si estuviera sobre brasas ardientes. ¿Tienes idea de lo que eso significa? Tenía que seguir moviéndome. Nunca sentarme, nunca detenerme. Siempre... siempre corriendo, a través de un fuego que podría no terminar nunca.

Su voz áspera se tensó por el cansancio. Sólo entonces Maxi se dio cuenta de lo demacrado que había quedado su rostro en los últimos días.

Riftan se pasó una mano por el rostro demacrado.

— Yo... quiero librarme ya de este dolor.

— Riftan... Yo...

Maxi abrió y cerró la boca, sin saber qué responder. La luz rojiza que se filtraba por la ventana ensombrecía su rostro.

— Si te vas — dijo Riftan —, no te esperaré más.

Continuó cuando Maxi no respondió.

— Dejaré de pensar en ti. Esta vez, te borraré de mi mente. Dejaré de hacerme desgraciado.

Maxi se quedó boquiabierta.

Él la agarró del antebrazo y, poniendo mucho énfasis en cada palabra, dijo.

— ¿Aun así me dejaras?

Había expulsado todo el aire de sus pulmones. Sus ojos negros contenían una advertencia: era la última vez que intentaba detenerla. Maxi vaciló y trató de retroceder, pero el brazo de Maxi seguía agarrado como una mordaza.

Como un pez fuera del agua, Maxi se quedó boquiabierta. El corazón le latía con fuerza y la garganta le escocía como si hubiera tragado cristal. Le castañeteaban los dientes mientras repetía sus palabras una y otra vez como un loro.

— V-Volveré. V-Volveré contigo... pase lo que pase, así que...

La luz de los ojos de Riftan se apagó. Maxi se sintió incapaz de continuar.

Riftan le soltó la mano lentamente.

— Bien.

Aunque fue ella quien intentó separarse primero, al verlo retirar la mano sintió como si la abandonaran en la nieve helada.

Su voz resonó en la habitación.

— Entonces... vete. A donde quieras...

Y se levantó como indicando que no había nada más que hablar. Maxi se quedó paralizada, con el rostro ceniciento, mientras Riftan se acercaba a la mesa. Se puso en pie de un salto cuando él levantó una nueva copa.

Cuando ella lo alcanzó, él retrocedió y ladró.

— ¡No me toques!

Maxi se sobresaltó, y en sus ojos se reflejó la sorpresa.

Riftan la miró y gruñó como una bestia herida.

— Si me tocas ahora, nunca te dejaré ir. Te retendré a mi lado por la fuerza si es necesario. Si no es eso lo que quieres...

Dio un paso hacia ella, y Maxi retrocedió instintivamente.

— ...sal de aquí ahora mismo.

Maxi no contestó.

— No pienses ni por un momento que te vas por mí — continuó Riftan —. Yo nunca quise esto. Te vas... por ti.

Maxi se quedó tan inmóvil como un clavo clavado en el marco de una puerta. Luego, vacilante, se dio la vuelta sobre piernas temblorosas. Sentía como si un cuchillo le cortara la carne a cada paso.

Miró sin comprender la larga sombra que se extendía desde sus pies. Aunque quería mirar hacia atrás, tenía demasiado miedo. Se detuvo un momento, inmóvil como una estatua, antes de adentrarse en el oscuro pasillo.

Cuando se había alejado un poco de la sala del consejo, se oyó un estruendo detrás de ella. Maxi se estremeció al oír el ruido ensordecedor. Un escalofrío le recorrió el cuero cabelludo y se preguntó qué demonios había hecho.

¿Se había vuelto loca? ¿Cómo podía pensar en dejarle? No podía soportar perderlo, aunque eso significara perder el mundo entero.

Maxi se dio la vuelta, pero sus pies no se movían como si estuvieran pegados al suelo. Las ganas de volver corriendo y decirle que haría lo que él quisiera la desgarraban por dentro. Aun así, no podía dar un paso.

Temblores la recorrieron mientras permanecía en el pasillo, sin saber qué era lo que la retenía allí. Las lágrimas corrían por sus mejillas. ¿De verdad tenía que marcharse a pesar del dolor? ¿Por qué tenía que valerse por sí misma? Ella sólo quería rendirse.

Luchando contra sus temblorosos sollozos, se dio la vuelta una vez más. La fuerza invisible que la rodeaba empezaba a romperse a cada paso. Se sentía como un polluelo saliendo de un huevo. Todo era sombrío y Maxi se mordió el labio mientras su pecho se llenaba de dolor y miedo.

La luz del sol poniente atravesó su visión llorosa. Se giró para contemplar la luz carmesí astillada y dispersa por el cristal de la ventana. Entonces, dio un paso.

Sintió como si fuera a partirse en dos por el dolor.

Otro paso... Luego otro...

Debajo del Roble ~ Libro 05Donde viven las historias. Descúbrelo ahora