Capítulo 176 ~ Declaración de guerra

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Maxi sujetó el picaporte mientras esperaba una respuesta. Ludis vaciló, con una expresión preocupada en el rostro.

— Su señoría ordenó que se sirviera comida a los invitados a su llegada — dijo la sirvienta de mala gana —. Seguramente estarán en el comedor.

En cuanto oyó la respuesta, Maxi abrió de golpe la puerta y salió.

Aunque fue consciente de los pasos rápidos de Ludis tras ella, la ignoró y bajó las escaleras a toda prisa.

Los sirvientes corrían de un lado a otro con bandejas cargadas de vino y comida. Ignorando sus caras de sorpresa, Maxi se acercó cautelosamente al comedor. Se escabulló por el pasillo exterior, por donde se filtraban las sonoras voces de los caballeros. Los hombres hablaban en una mezcla de lenguas meridionales y occidentales, y lo único que pudo discernir fue que hablaban de sementales y armas. Era difícil captar más detalles.

Maxi se frustró ante la banalidad de la conversación. A juzgar por la bulliciosa charla, no parecía que estuvieran reunidos para discutir ningún asunto de importancia.

¿De verdad los han contratado sólo para reforzar las defensas de Anatol?

Maxi pensó en asomarse por el hueco de la puerta, pero desistió. Desde ese ángulo, los caballeros podrían verla fácilmente. Se esforzaba por oír la conversación cuando alguien le tocó el hombro. Maxi dio un respingo y se giró para encontrarse con Ruth, que la miraba con una expresión inquisitiva.

— ¿Puedo preguntarle qué hace aquí, mi señora?

Avergonzada por haber sido sorprendida escuchando a escondidas, las mejillas de Maxi se encendieron. Se apresuró a enderezar la espalda.

— B-Bueno...

Los ojos de Ruth se entrecerraron al verla juguetear distraídamente con su pelo. Maxi miró a los suyos. No habían tenido ocasión de hablar con propiedad tras los sucesos del castillo de Croyso, y ella no sabía qué expresión poner ante él.

Nerviosa, Maxi apenas consiguió seguir hablando.

— He oído que... teníamos invitados...

— Debe de haber visto a los mercenarios de Lakazim. — Ruth miró hacia el comedor y chasqueó la lengua como diciendo que era fácil adivinarlo —. ¿Por eso ha venido corriendo a espiar?

— ¿E-Espiar? M-Me ofendes.

Ante su acusación, Maxi olvidó su incomodidad anterior y lo fulminó con la mirada. Ruth la miró fijamente un momento antes de apartarse con una risita.

— Sir Riftan le dará un reprimenda si la pilla merodeando así. Venga conmigo.

Sin esperar respuesta, empezó a subir por la estrecha escalera de servicio. Ludis la había seguido y ahora revoloteaba detrás como una sombra. Maxi miró a la sirvienta, luego al comedor por donde se filtraban las voces de los caballeros. Se volvió y, de mala gana, fue tras Ruth.

Al entrar en el salón del segundo piso, Ruth abrió las cortinas y encendió un brasero con magia. Acercó una silla al fuego y se sentó.

— ¿Se encuentra bien, mi señora?

Maxi asintió, permaneciendo torpemente en la puerta.

— Y-Yo he... mejorado mucho.

— Quería ver cómo estaba usted personalmente, pero su señoría simplemente no lo permitió — murmuró amargamente, y luego le hizo un gesto con la cabeza para que se uniera a él.

Ludis había seguido a Maxi hasta el salón. Después de pedir a la sirvienta que les trajera algo de beber, Maxi se sentó cautelosamente frente a Ruth. Transcurrió un momento de silencio antes de que él hablara.

Debajo del Roble ~ Libro 05Donde viven las historias. Descúbrelo ahora