Al día siguiente me desperté.
Me mentalicé de limpiar el desván; aunque costase mucho trabajo.
Hoy era día de limpieza.
Resoplé al pensar todo el trabajo que me quedaba por hacer.
Fui a la cocina y me comí media ensaimada.
Cuando terminé, subí al desván con todos los productos de limpieza.
Me puse la radio a tope y empecé.
Llevaba horas ordenando cosas y tirando cosas, cuando de repente, vi una foto que me llamó la atención.
Era una foto mía, de pequeña. A mi lado salía otro niño idéntico a mí.
A nosotros, nos acompañaban dos adultos, mis padres.
La foto, estaba en un marco, la saqué y se cayó una tarjeta.
En esa tarjeta, había una dirección de una casa, escrita a mano.
Me la guardé en el bolsillo, y la foto, la dejé apartada.
Pensaba guardármela.
Acabé de limpiar el desván, y eran las dos del mediodía.
Era demasiado pronto cómo para ir a la dirección que me había encontrado anteriormente, así que fui a ducharme.
Cuando acabé, me vestí y me eché una siesta en el sofá.
Me desperté sobresaltada a las cuatro y media de la tarde; había tenido otra pesadilla.
Fui al baño, me mojé la cara y me maquillé para disimular mis ojeras.
A las cinco, salí de mi casa, en dirección a la casa que había encontrado la dirección.
Estaba muy nerviosa, y no sabía el por qué.
Salí de mi barrio y llegué a la dirección indicada por aquel trozo de papel.
Estaba en un mal barrio,para qué mentir. Tenía frío y miedo.
Llegué a la puerta de la casa y golpeé con mi mano, la puerta.
Ya que, lo que parecía ser el timbre, estaba roto.
Tras esperar cinco minutos se abrió la puerta y me sorprendí bastante.
