Estaba viendo acabar una película.
Cuando se acabó, subí a mi habitación, y pude observar a través de mi ventana, a Daniel, llorando.
Nunca había visto a un chico llorar, por lo que me sorprendí bastante y no dudé en llamarlo y preguntarle qué le ocurría.
Mi debilidad es ver a una persona, sea como sea y del sexo que sea, llorando. Y les ayudo en lo que sea, ya que, no quiero que sufran tanto cómo yo.
Acabé de hablar con él y bajé la persiaba. Me tumbé boca arriba en mi cama y, cómo tantas otras veces lloré hasta tal punto de que me doliese el pecho.
Me pasaba siempre que se hacía de noche.
Y, siempre era lo mismo, lo sola qué estaba y el vacío de no tener a nadie que me llenase mi ser de alegría y me hiciese los días más alegres.
Una vez más, saqué del último cajón de mi mesita de noche, mi querida 'mejor amiga'.
El roze del metal sobre mi piel, me hacía sentir viva, me aliviaba y me hacía olvidarme de todo mientras las gotas de sangre corrían sin cesar hasta terminar su recorrido en el suelo.
Cuando creí haberme desahogado, la guardé de vuelta al cajón y, de nuevo me tumbé en mi cama.
Cogí mis auriculares y mi móvil y me puse música lenta.
Una noche más, me dormía llorando.
