Me desperté a eso de las doce del mediodía.
Mi hermano seguía durmiendo como un tronco, mejor así.
Ahora vendrían las disculpas por su parte, como hacía siempre.
Pero esta vez era diferente, había llegado más lejos, y se iba a arrepentir.
Desayune y salí al jardín y, en la casa de Ángela, estaba Katherine tocando la puerta.
Tras cinco minutos que nadie le abría la puerta, decidí levantarme e ir a ver qué pasaba.
-Hola -dije cuando llegué junto a ella.
-Hola -me correspondió- ¿has visto a Ángela? No me abre la puerta
-No la he visto desde ayer, cuando volvimos juntos de la comisaría -resoplé.
Me estaba poniendo nervioso.
Sí, podía ser que estuviese durmiendo, o duchándose; pero todo mi ser, sabía que eso era mentira y que algo había ocurrido.
-¿Tienes orquillas? -dije mirándole el pelo.
-Sí -me las dió.
Tras unos minutos intentando abrir la puerta, ésta, cedió.
Su casa era nueva, y estaba bastante limpia, aunque faltaban muchas cosas, como por ejemplo fotos familiares o de ella.
Me recorrí toda la parte inferior de la casa, incluido el sótano y no había nadie.
Decidí subir a la primera planta, y abrí puerta tras puerta, hasta que la encontré.
Tumbada en la cama, con una expresión de dolor en su cuerpo.
-Ángela -dije intentando despertarla, pero nada surgía efecto.
Le tomé el pulso y sí que tenía.
-¿Llamo a una ambulancia?- dijo Katherine que se encontraba junto a mí en todo momento.
-Sí, por favor -respondí mirando el cuerpo tendido de Ángela.
Llegó la ambulancia y la pusieron en la camilla.
Katherine se subió delante y yo me puse en la parte de atrás con Ángela.
-Te pondrás bien, pequeña -le susurré en la oreja cogiéndola de la mano.
-¿Qué le ha pasado?- preguntó un médico.
-Nosotros hemos llegado esta mañana y no nos contestaba a la puerta, y la hemos abierto con una orquilla y hemos ido a su habitación y nos la hemos encontrado cómo ustedes -le expliqué.
-Bueno, ahora le haremos pruebas en cuanto lleguemos al hospital.
Tranquilo, se pondrá bien tu chica -sonrió poniéndole a Ángela una mascarilla de oxigeno.
