Verla ahí, aunque no lo pareciese, me provocaba un fuerte dolor en el pecho.
Sabía que esto era casi cómo estar entre la vida o la muerte, y tienes que elegir una opción rápida hasta que el tiempo lo decida y sea peor.
No iba a hablar del tema con ella.
Sinceramente, prefería no saber qué le pasaba por la cabeza cuándo hacía esas cosas.
-¿Damos una vuelta? -le pregunté amable.
-Perfecto,pero antes me tengo que poner esto -me enseñó la típica vestimenta que llevan los pacientes- date la vuelta.
Y así hice, mientras ella se cambiaba, yo miraba por el ventanal qué tenía ella en la habitación.
-Vamos -dijo la voz de Ángela a mis espaldas.
Me giré y salimos de su ahora nueva habitación.
Me cogió del brazo, cómo las abuelitas del pueblo y nos pusimos a explorar ese immenso hospital.
Pasamos por el lado de un espejo enorme, y vi cómo tensaba la mandíbula y se miraba el reflejo de reojo.
Encontramos una puerta que daba al jardín y salimos a sentarnos.
Estábamos en silencio, cuándo una vocecita nos interrumpió.
-Hola -levanté la cabeza y vi a un niño rubio de ojos verdes, que tendría unos 7 años, hablando con Ángela.
-Hola -le correspondió.
-¿Por qué llevas eso puesto? -dijo el niño provocando que mi amiga frunciese el ceño.
-Creo que me tengo que quedar una temporada aquí -dijo suspirando.
