Tras esperar cinco minutos, se abrió la puerta.
Tras ella, había una chica que parecía tener mi edad.
Tenía el cabello negro, cómo el carbón.
Lo que mas resaltaba de su tez blanca, eran sus ojos negros grandes y sus pecas en la parte superior de las mejillas.
-Hola -sonrió- ¿A quién buscas? -preguntó amable.
-Hola -le sonreí- busco a Rosalía Verdejo, ¿vive aquí? -pregunté.
-No, lo siento - sonrió y antes de que cerrase la puerta, una voz la interrumpió.
-¿Buscas a Rosalía? -preguntó una anciana apareciendo por la puerta
-Sí -respondí.
-Katherine, nieta, acompañala al salón -le dijo la anciana.
-Sigueme -dijo sonriente.
Me condució hasta el salón y nos sentamos en un sofá.
-¿Cómo te llamas? -dijo Katherine, sonriendo.
-Ángela, encantada- dije mostrando media sonrisa.
-Igualmente- me dijo sin perder su sonrisa.
-Bueno, Rosalía era la antigua dueña de esta casa; tú debes de ser su nieta porque te pareces mucho a ella -dijo la anciana sentándose en el sillón.
Yo me quedé de piedra, no supe nunca nada de mis abuelos; y ahora esta anciana me soltaba que la tal Rosalía era mi abuela. Estaba confusa.
-Yo me llamo Annabel, pero llamame Anna si lo prefieres -dijo la anciana- supongo que estarás confusa con esto, ¿cierto? -yo asentí con la cabeza- bueno, ella me dejó un papel para ti, por que sabía que en un futuro vendrías a intentar saber la verdad - yo palidecí al instante- lo que pasa es que, no sé dónde lo guardé. Te dejo si quieres buscarlo con la ayuda de mi nieta, Katherine. Es importante, es sobre - en ese instante un objeto pequeño entró por el cristal de la ventana de la habitación y llegó al corazón de Annabel.
Katherine y yo nos miramos sin saber qué hacer.
-Voy a llamar a la policia y la ambulancia -dije tras unos segundos de shock.