CAPÍTULO 28

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Escuché las historias de Ángela y su compañera de habitación, y se me cayeron varias lágrimas de los ojos; al igual que a mi hermano Jesús.
Me las sequé y toqué la puerta de la habitación 316.
La habitación de mi amiga.
-Adelante -dijo una voz desconocida, y yo abrí la puerta, encontrándome a Ángela con los ojos empapados de lágrimas.
-¿Qué ha pasado? -pregunté mientras andaba hacia Ángela.
-Hemos compartido historias. Por cierto, me llamo Manuela -dijo la desconocida.
-Yo soy Daniel, y el idiota de la puerta, mi hermano Jesús -dije señalando a mi hermano.
Abracé a Ángela, estrechándola contra mi pecho, para que notase que estaría aquí para ella.
Ella se separó y al ver a mi hermano, hizo una mueca de asco.
-¿Por qué ha venido él? - Ángela señaló a mi gemelo.
-Tiene algo que decirte -Jesús me miró extrañado y con gestos le expliqué lo que tenía que hacer.
-Oh si...bueno -se pasó la mano por el pelo- quería pedirte perdón por mi comportamiento desde que nos conocemos. Bueno que lo siento mucho -dijo sincero Jesús y le miré orgulloso.
-No pasa nada -dijo Ángela con cierto tono entristecido.
Tras una hora y media hablando los cuatro, tocaron a la puerta y Ángela y Manuela se miraron.
-Hora de la cena,chicas -dijo una enfermera entrando con unos carritos llenos de comida.
-No tengo hambre -gruñó Ángela.
-Te lo vas a comer -replicó la enfermera.
-Vale -dijo Ángela.
Dejó la comida, y se fue.

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