CAPÍTULO 24

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Por la tarde, Daniel se fue a su casa.
Pero no sin antes, prometerme que volvería esta noche.
Estaba nerviosa en mi habitación, sin saber que hacer y me puse ha hacer ejercicio; flexiones, sentadillas y demás.
Tras menos de media hora, estaba mareada, tenía ganas de vomitar y estaba exhausta.

De repente, se abrió la puerta, era Mario, mi médico.
-¿Qué quiere? -pregunté jadeando.
-Has echo ejercicio ¿verdad? -Yo asentí cómo un robot con la cabeza- Tumbése, tengo una sorpresa para usted -ordenó.
-No me hable de usted, tengo diecisiete años, no cuarenta -dije con cierto tono sarcástico.
Mario, rodó los ojos y dejó pasar a la chica de ojos azabache que había visto esta mañana.
-Hola -dijo
-Hola -respondí- Mario -dije mirando al médico- ¿Esta es la sorpresa? -Él asintió y yo rodé los ojos y suspiré.
-Os dejo solas, espero que os llevéis bien -dijo a modo de despido, cerrando la puerta tras de sí.
Mi compañera de habitación se sentó en la cama contigua a la mía, de piernas cruzadas, mirándome.
-¿Qué? -pregunté borde.
-Sólo quiero presentarme, pero relajate hija que no tengo la culpa de tu problema - dijo provocando un resoplido por mi parte.
-Está bien, soy Ángela Sánchez -dije presentándome a ella.
-Yo me llamo Manuela Martínez -dijo sonriendo -encantada
-Igualmente -le sonreí.

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