Mi hermano y yo fuimos a dar una vuelta y conocimos a mucha gente; aquí eran todos muy simpáticos.
Habíamos quedado con todos ellos a las diez en nuestra casa.
Yo, de camino a casa, aún le daba vueltas al tema de la chica, y al parecer, mi gemelo lo notó.
-¿Aún igues con lo mismo? -me preguntó
-Sí Jesús, no sé qué me pasa, pero quiero concer a esa chica -dije.
-Dani, ya lo averiguaras, no le des tantas vueltas -dijo él.
Yo asentí a modo de respuesta.
Acabamos de arreglarnos un poco, cuando nos llamaron al timbre.
Salimos y nos quedamos un rato charlando con nuestros nuevos amigos, en frente de nuestra casa.
De repente, vi una figura de una chica, cargada de bolsas. Iba arrastrando los pies y cabizbaja.
De lejos, se podía contemplar que la alma de aquella chica, había muerto, y lo que andaba, sólo era su cuerpo.
Yo aparté un momento la mirada, ya que noté que ella nos miraba un poco apenada.
Abrió la puerta de su casa y entró sus bolsas.
Mantuvimos un último contacto visual y cerró la puerta.
-Me encuentro mal, me entro a casa -dije despidiéndome - hasta mañana.
-Hasta mañana Daniel -dijeron todos al unísono.
Pero mi hermano sabía que eso era mentira y, con un gesto me dijo que después hablaríamos.
Yo asentí y entré en casa, con un único pensamiento.
La vecina de enfrente.
