No me podía dormir, y salí a la terraza trasera de mi casa.
Me senté en una tumbona que tenía allí y me puse a reflexionar en todo lo qué había ocurrido al largo del día.
Primero la limpieza, después la nota, la casa de Annabel, Daniel, la comisaría y ahora en mi casa.
Y lo peor, es que había invitado a esta casa, a Katherine.
No sé el porque, pero esa idea me provocaba un revoltijo en la barriga increíble.
Nunca había traído a nadie a casa.
Primero, porque mis padres no me dejaban y después, porque no podía con el mundo que me estaba tragando.
Pero me voy del tema, el caso es que mañana tendré a Katherine en mi casa, dispuesta a quedarse.
Y tengo miedo a que Daniel se fije en ella.
Sé que no somos nada pero esque siento que él es mi ángel de la guarda.
El ángel salvador que aparece cuando lo necesitas.
¿Por qué desde que está Daniel cada vez que me pongo a pensar en algo, siempre surge su nombre?
Entre tanto pensar, mi cabeza me estaba empezando a doler, y fui a la cocina a por una pastilla.
Por suerte, encontré una, y me la tomé.
Pero recordé que siempre antes de tomarte una pastilla, aunque sea una aspirina tenías que tener el estómago lleno.
Bah, por una vez no pasará nada.
Y la que se iba a liar al día siguiente.