20 de marzo de 2020 - día 33 (parte 2)

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Había mucho que asimilar de golpe, tanto que Nayeon no sabía por dónde empezar.

Salir a la calle por primera vez en más de un mes parecía casi surrealista; las carreteras eran demasiado anchas, los edificios demasiado altos y el cielo demasiado grande. La chica caminaba con paso inseguro, como un paciente en coma que acaba de dar sus primeros pasos después de permanecer inconsciente en cama durante años.

Todo a su alrededor le resultaba familiar, aunque extraño.

El zumbido y el parloteo habituales de la ciudad habían desaparecido por completo, sustituidos por un silencio inquietante y desconcertante, y lo único que quedaba de los cientos y cientos de personas que bullían por las calles eran los numerosos cadáveres en descomposición esparcidos por las aceras y por la calzada.

Las sombras de los que tuvieron un destino diferente también estaban allí, asegurándose de hacerles compañía.

Avanzando con gran dificultad, arrastrando las piernas y los pies con una lentitud imposible, los zombis eran un duro recordatorio de lo que mantenía a la escasa población restante de Seúl prisionera de su propia pesadilla personal. También un recordatorio de lo que muchas de esas mismas personas podrían haber llegado a ser, de no ser por una mezcla de suerte, resistencia y destreza.

El pequeño grupo avanzó con mucha cautela, cruzando la calle en deliberados y calculados trotes. Chaeyoung iba en cabeza, siguiendo la estrategia habitual de lanzar piedras para distraer a las criaturas que merodeaban; Nayeon le seguía de cerca, mientras Changbin se mantenía un poco alejado, atento a cualquier cosa que pudiera estar al acecho.

"¿Cómo te sientes, unnie?" La pregunta llegó sin avisar, pero no fue una sorpresa. Chaeyoung había estado muy atento a la chica mayor desde que dejó JYP, comprobando cada pocos minutos su reacción al nuevo y traicionero entorno.

Nayeon se limitó a asentir, con la garganta demasiado seca para formar una frase audible.

Estaba nerviosa, eso era evidente e innegable, aunque su deseo de contribuir a la seguridad de sus miembros era suficiente para superar el persistente temor. Pensar en el rostro pálido y lloroso de Jeongyeon, completamente destrozado por los horrores que se había visto obligada a experimentar, era lo que más alimentaba la determinación de Nayeon; si podía aliviar la carga de su novia –y aportarle algo de tranquilidad, aunque solo fuera un poco–, todos sus esfuerzos merecerían la pena.

A medida que las calles se abrían poco a poco a la amplia y verde extensión del Parque Olímpico, una serie de temores totalmente distintos se apoderaron de la muchacha, helándole la espina dorsal como una repentina ducha de agua fría. Miró a Chaeyoung, que para entonces casi irradiaba tensión; Changbin mostraba un comportamiento igualmente nervioso, apretando los dientes en silencio unos metros más atrás.

La joven, a pesar de su habitual amabilidad y actitud despreocupada –que nunca la abandonaba, ni siquiera en las situaciones más incómodas–, estaba de un humor horrible desde que salió del edificio de JYP. Tal vez fuera la idea de pasear alegremente hasta el lugar de mayor peligro, todo por unas bolsas de tierra; Nayeon no podía culparla, y cuanto más se acercaban ella y los demás al parque, más comprendía por qué habían sido tan cautelosos.

Un objeto blanco cruzó la carretera, apenas lo bastante cerca para que reconociera la nota de papel, ahora rota y amarillenta, con la tan familiar petición de ayuda. Todavía quedaban algunos sin atar aquí y allá, formando un rastro de migas de pan que apuntaba vagamente a la llanura cubierta de hierba del parque. Por un momento, Nayeon se imaginó a su grupo como ratones que se lanzaban a una ratonera con la promesa de unos bocados de queso.

Burnt Down To Ashes | Twice FF | TRADUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora