20 de marzo de 2020 - día 33 (parte 9)

27 7 2
                                    




––––––––––


"Voy a llamar. ¿Qué quieren?"

Nayeon se asomó por detrás de la puerta abierta, con el teléfono en la mano. Aún llevaba puesta su ropa de entrenamiento –un top corto con pantalones de chándal a juego– y sus mejillas seguían sonrojadas por las cuatro horas de clase de baile.

Ante su pregunta, toda la sala se alborotó; algunas pedían pizza, otras pollo frito y a otras solo les importaba que les dieran de comer cuanto antes. Nayeon hizo lo que pudo para callar a la docena de adolescentes que la rodeaban y lloriqueaban por la comida que querían, abriendo rápidamente la aplicación de notas de su teléfono para anotar cada petición.

Una vez hubo terminado, les hizo un gesto con la mano para que se marcharan y salió de la habitación, tecleando el número del local de comida para llevar que había al otro lado de la calle; no todos los días se les permitía a las aprendices hacer trampa con la comida, y no iban a desperdiciar esa oportunidad. Paseó por la residencia, con el teléfono pegado a la oreja, recitando la lista que había hecho y preguntándose si el grupo tendría suficiente dinero para la enorme cantidad de comida que habían pedido. Se topó con Jihyo de camino al baño y le sonrió en silencio mientras señalaba el teléfono; la joven asintió y terminó de secarse el pelo con una toalla, saltando a la sala de estar donde algunas chicas ya estaban preparando la mesa.

"¡Hecho!" Nayeon se dejó caer en el sofá junto a Jihyo, que la apartó con exagerado enfado.

"Unnie, ve a darte una ducha. ¡Apestas!"

Nayeon jadeó y empujó a Jihyo hacia atrás, mientras el resto de las chicas reían a carcajadas. Se levantó y sacudió la cabeza, burlándose con fingida indignación. "No hay respeto por las unnies en esta casa, de verdad."

Sin embargo, estiró los brazos y se dirigió al dormitorio compartido, donde estaban todas sus pertenencias. Rebuscó en su cómoda y sacó un pijama limpio, antes de dirigirse a su maleta para buscar el champú y el gel de baño.

La habitación era pequeña y estrecha, con tres literas y un par de cómodas, pero Nayeon era una de las afortunadas: al ser coreana, podía ir a casa de sus padres a recoger o dejar sus pertenencias, por lo que el desorden en la residencia era relativamente escaso. Las aprendices extranjeras no tenían ese privilegio, y se veían obligadas a amontonar cada prenda, objeto y accesorio que poseían en el estrecho espacio bajo sus camas.

Tarareando una melodía sencilla, metida en su cabeza desde la clase de baile, Nayeon entró finalmente en el baño con la ropa y las toallas en la mano, lista para ducharse. Se encontró con una Jeongyeon medio desnuda, empapada y secándose el pelo, cuyas orejas se tiñeron de rojo al instante.

"Ah, lo siento." Nayeon desvió la mirada y se aclaró la garganta, colocando sus cosas en una silla de plástico en la esquina. "¿Has terminado con la ducha? Necesito lavarme."

Aunque prefería no hacerlo, vivir en una residencia con una docena de chicas hacía que compartir el baño durante las duchas, los baños –e incluso defecar– fuera a veces inevitable; se había acostumbrado a la falta de intimidad, aunque seguía sintiéndose incómoda con una única aprendiz en concreto que parecía compartir su misma incomodidad.

"Sí, adelante." Jeongyeon se quedó mirando su propio reflejo y siguió con su rutina, haciendo todo lo posible por ignorar la ropa de gimnasia de Nayeon que ahora estaba esparcida por el suelo de baldosas.

La mayor se metió en la ducha y cerró la puerta de plástico tras de sí. Respiró hondo, repentinamente molesta por el efecto que Jeongyeon estaba teniendo en ella.

Burnt Down To Ashes | Twice FF | TRADUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora