23 de marzo de 2020 - día 36

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"Eso fue raro."

Jihyo abrió los ojos y tardó unos instantes en adaptarse a las nubes blancas y brillantes que se cernían sobre su cabeza.

"¿Qué?" Momo solo la había oído a medias, ocupada en dar vueltas lentamente alrededor del imponente roble una y otra vez; llevaba casi una hora en ello, terca y persistente, siguiendo el consejo de la doctora Hwang sobre aprovechar su tiempo libre para mantenerse lo más activa posible.

Jihyo se frotó los ojos y se incorporó, apoyándose en el tronco y sintiendo cómo la corteza áspera y desgastada se pegaba a su ropa.

"Tuve un sueño raro." bostezó, observando las muletas de Momo mientras la chica seguía caminando con paso firme y cuidadoso. "Estábamos en JYP."

Frunció el ceño, intentando recordar los detalles exactos de lo que había soñado. Había una tristeza persistente, casi como si hubiera visto llorar a alguien. Sacudió la cabeza.

"Espero que las chicas estén bien."

Momo suspiró y finalmente detuvo su incesante marcha, estirando los hombros todo lo que pudo sin dejar de sujetarse a las muletas. Se secó la frente, brillante de sudor, antes de doblar torpemente la pierna buena para ir a sentarse junto a Jihyo, apreciando la suave y verde hierba que crecía bajo la sombra del roble.

"Están bien. Chaeyoungie las está cuidando."

El par permaneció sentadas en silencio durante un rato, respirando el aire fresco de la primavera y contemplando el campo vacío y nublado. El vehículo militar estaba aparcado a unos metros, rodeado por un puñado de soldados armados; esparcidas por el campo cubierto de hierba había también unas cuantas tiendas, una hoguera y un par de sillas plegables. El resto del pelotón se dividía entre patrullar el campo –como estaba haciendo el sargento Park–, pasearse por la arboleda, fusil en mano, o descansar, esperando a que el grupo de Chiwon regresara de su búsqueda.

Todos debían haber llegado ya a la base aérea de Suwon, una semana antes como mínimo, pero algo había salido bastante mal en el proceso. Tras un desafortunado encuentro con una pequeña pero aguerrida turba de zombis, el grupo se había visto obligado a desviarse de su camino preestablecido, acabando perdido en medio de una amplia tierra de labranza. Allí escaseaban las criaturas, pero también las carreteras, los puntos de referencia y los edificios, lo que hacía frustrantemente difícil para el pelotón volver a su rumbo original. Llevaban varios días parados frente a la espesura de robles, tras la decisión de Taeil de acampar en un lugar seguro –en lugar de vagar sin rumbo, malgastando combustible y energía–; enviando pequeños grupos de soldados cada día, para intentar encontrar un camino de vuelta a donde se suponía que iban.

Las dos chicas se habían alegrado de tener tiempo para descansar, ya que el ritmo del sargento Park durante sus muchos días de marcha había sido bastante brutal de soportar; aunque estar fuera de la ciudad y rodeadas de naturaleza, sin la constante y agobiante presencia de zombis a su alrededor, era el verdadero bálsamo para sus cansados y doloridos cuerpos.

Seguían preocupadas, por supuesto.

Aunque el campo era agradable y tranquilo, la realidad de su situación nunca se olvidaba –la ocasional criatura solitaria errante actuaba como cruel recordatorio–. Además, y lo más importante, el grupo se estaba quedando sin comida.

Unos pocos soldados habían conseguido hacerse con un par de liebres salvajes, e incluso con algún tipo de ave nocturna, todas las cuales fueron rápidamente despellejadas, destripadas y asadas en una hoguera; alguien había encontrado un pequeño huerto cultivado donde aún quedaba un puñado de zanahorias, mientras que otros habían conseguido pescar un langostino de un canal de riego convertido en estancado. En general, tanto civiles como soldados se mostraron ingeniosos y decididos, y deseosos de sumergirse en la naturaleza después de los sofocantes edificios de hormigón y las frenéticas hordas de Seúl.

Burnt Down To Ashes | Twice FF | TRADUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora