Capitulo 39 ✞︎Rᴏᴊᴏ✞︎

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༒︎

𝐄𝐋𝐈𝐀


Recuesto mi cabeza sobre la ventanilla del auto, cerrando los ojos con fuerza, mordiéndome los labios nerviosos.

—¿De verdad lo vas a dejar? —pregunta por curiosidad Atlas.

—No —afirmó con seguridad—. Muéstrame la caja anticonceptiva.

- Vamos Elia...

- ¿No escuchaste o eres sordo?

Él hace un sonido molesto. Me lanza la maldita caja. Y sí es anticonceptiva.

—Para el auto —ordene, él hace caso y agarro la muleta, me bajo del auto, camino a un costado de la carretera y tiro la maldita muleta. Volvo al auto —Vámonos.

Atlas maneja en silencio hasta llegar a la mansión. Pasamos unos cinco minutos y llegamos.

Me bajo y camino con el dolor en mi tobillo. Entro a la mansión, subo al ascensor y voy directo a mi habitación ignorando a mi hermana que me vio llegar sorprendida.

Cierro la puerta detrás de mí con fuerza. Me tiró en la cama hundiendo mi cara en la almohada.

¿Qué voy hacer? ¿Por qué carajos apareció en mi vida?

✞︎ ✞︎ ✞︎

SLAVÍK

La veo alejarse de mi vista porque de mi vida jamás... Ni muerto me va a dejar. Le voy a dar su tiempo y la paz que nesecita.

Porque está vez falle yo a mi palabra. Pero no había opción, no fue mi culpa. Su abuelo lo decidió y Elia no puede aceptarlo.

—¿Qué rayos fueron eso? —pregunta mi hermano, llegando a mi costado, mientras camino a la mansión. —¿Qué hiciste, hermano?

—Cierra la boca. No estoy para escucharte.

- No te desquites conmigo. Puedes ir a la fábrica del sur —eso me hace detener.

La fábrica del Sur. Donde hay peleas clandestinas todas las noches. Rara vez frecuentaba por esos rumbos.

- Tengo trabajo que hacer.

—Como quieras, tú decides —se despide palmeandome la espalda y se larga.

Desvíe mi camino. Subí a mi Bugatti acelerando con prisa. Sin importarme subo la velocidad.

Me toma diez minutos llegar al galpón dónde se suponía que traería a Elia. Bajo de mi auto y entro furioso, con la ira acumulada en mis venas, haciendola sobresaltar en mis brazos.

—Señor —saluda uno de mi guardia con una leve inclinación.

- Lárgate.

Mi guardia se larga de inmediato. Dejándome a solas con el hombre que está amarrado en una silla. Con el rostro eché mierda. Por mis golpes y torturas, que todavía aguanta.

—Desierta —le doy un puñetazo despertándolo—, ¿no vas a hablar?

Agarro su cuello con fuerza y lo empiezo a golpear sin control alguno hasta cansarme. Retroceso sonriendo, niego con la cabeza. Me acercó y lo desató. Lo agarró de nuevo del cuello y lo arrastró hasta donde está el agua irradiando. Él pone fuerza resistiéndose.

—Te voy a quemar con esta agua irviendo —tomó su nuca, acercando su cara al agua. —Vendrá bien una rata menos en este jodido mundo.

- Fue un accidente... ¡lo juro!

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐚 𝐁𝐞𝐧𝐝𝐢𝐭𝐚 [EN CORRECCIONES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora