Capitulo 25 ✞︎Dᴇsᴀɢʀᴀᴅᴏ✞︎

591 31 1
                                    

༒︎

𝐄𝐋𝐈𝐀


Los sentimientos con los que me hicieron crecer y ser indestructibles ahora mismo se están derrumbando; mis muros están cayéndose y es algo que jamás sentí… Mi cuerpo actúa por voluntad propia, nublandome mis pensamientos, impidiendo pensar en otra cosa que no sean los labios del hombre que me está besando, correspondiéndole sin interrupciones. 
 
—Todavía estoy aquí, hermano —el hombre que me devora gruñe sobre mis labios, y sin hacer caso a su hermano me sigue besando sin pudor. —Genial…
 
Sonrió consciente de lo que acabó de hacer; me apartó de sus deliciosos labios. Suspiro y lo veo a los ojos. Él también hace lo mismo. 
Logré calmar la ansiedad que me atacó, no sé cómo, y la verdad me sorprende a mí misma. 
 
He hecho todo lo posible para eliminar ese maldito ataque que me da y no sabía cómo hacerlo. Siempre he acudido a las pastillas calmantes o para dormir, porque lo que me pasaba por la cabeza es una pesadilla que quiero sacarla de mi sistema…
 
Es horrible soñar con las palabras de la persona que lo amaste, y sobre todo si es tu padre, con el que cresiste, con el que te enseñó a ser fuerte y cruel sin querer serlo… Con el que me enseño a matar a las personas como si no valieran nada, como insectos. Papá fue el que me obligó a matar a las primeras personas con solo nueve años. Era una niña; y una chiquita no merece pasar por algo tan horrible. 
 
Mamá no estaba enterada de nada de lo que papá me empezó a enseñar, mejor dicho, a obligar. Con solo nueve años no sabía a lo que se dedicaba mi familia, pero desgraciadamente me he hecho la idea desde que tengo memoria. Porque mi padre siempre ha hecho todo lo posible para que mi madre no se enterara de que su niña buena es una asesina. Es irónico pensarlo, pero me da nostalgia esa niña pequeña que se vio obligada a hacer algo que ella no quería… Quisiera retroceder el tiempo y poder abrazarla y decirle lo fuerte que es, que no se deje dañar por personas desagradables, malvadas y crueles. 
 
Aprieto mis ojos fuerte, queriendo no volver a pensar y no dejar que la mente me maneje a su antojo. Me avanzo a Slavik y lo abrazo queriendo que me proteja y no me deje caer de nuevo. Sin esperar a que me correspondiera mi abrazo, él lo hace sin inhibiciones y acaricia mi cabello. 
 
—No dejes que me gane mi maldita cabeza… por favor —susurre cerca de su oído; mi voz se estaba entrecortada; tragué el nudo que se estaba formando en mi garganta y me sigo aferrando a él—, no entiendo… Pero tú me calmas y tengo miedo de eso. 
 
—Creeme, Sol, jamás dejaré que te hagan daño —me sujeta de mi rostro haciendo que lo vea. Él está serio y sus ojos grises me ven con atención. — Tendrán que pasar sobre mí, y el que lo haga no vivirá para contarlo, muñeca. 
 
—Eso no me tranquiliza, animal —slavik intenta sonreír, pero muerde sus labios, impidiendome ver esos lindos hoyuelos que tiene, haciendome fruncir mi ceño, porque no me sonríes. 
 
—Carajo… —maldice sacando aire de sus pulmones; me ve con sus ojos entrecerrados. —Me tienes a tus pies, mi amor. 
 
Mi amor… Me dijo mi amor… ¡Qué!
 
Sonríe satisfecha, feliz y mi corazón late como una demente, dichosa y completamente en el cielo. Haciendo esfumar mis miedos y la maldita palabra del hombre que odio. 
 
No hago más que sonreírle y recostarme sobre su pecho. Porque él me gusta y tengo que aceptarlo porque quiero ser feliz. Ya quiero ser feliz y disfrutar de algo que no tengo idea.
 
No voy a permitir que él se adueñe de mi vida y mis sentimientos. Es mía, mi vida, y yo soy la que decido qué hacer con él. Ningún otro hombre me va a manejar a su antojo. Primero estoy yo y mis necesidades, sobre todo mis sentimientos. Mi hermosa madre verá a la mujer fuerte e indestructible que parió y haré que esté orgullosa de que no deje que un hombre me eche caer. Porque eso jamás va a pasar, no lo voy a permitir. 
 
Elia Dlacroix es la que va a destruir a todo aquello que sea una amenaza e intenté dañar a la niña fuerte que creció. 
 

LEXIE.
 
Mi cuerpo se siente pesado e imposible de mover. Mi respiración se agitó con rapidez. Mis ojos están vendados, mis manos y piernas están atadas porque noto que estoy amarrada a una silla. Siento una electricidad recorriendo por mis venas y mi cuello pica. 
 
Hace unas horas o días… no sé cuánto tiempo pasó desde que nos sacaron de la mansión. Hemos peleado; el abuelo hizo todo lo que pudo para que no me llevaran con ellos. Eran hombres con máscaras; era imposible verles el rostro. Estaban completamente armados. Yo me encontraba en el jardín cuando fueron por mí. Peleé con mis navajas y mi cuerpo, tal como me enseñó el abuelo para mí defensa. 
 
Unos pasos fuertes y pesados se escucharon acercándose a mí. Me mantuve en silencio, esperando escuchar esa voz traidora porque siempre hay un traidor en la familia. 
 
No tienes que confiar ni en tu propia sangre, me ordenaron el abuelo y mi hermana. 
 
—Miren a quién tenemos aquí —inquiere con burla; su respiración me respiró en la nuca, paseándose alrededor de mí —Qué honor tener a la niña de la maría. 
 
Mis labios se encurban en una sonrisa superior, orgullosa de lo que soy. 
 
—Eso me suena a envidia —provoqué con diversión riéndome— porque en tu puta vida serás jefe, por lo estúpido y poca inteligencia. 
 
Él se ríe a carcajadas, así como yo que no dejo de sonreír porque estoy segura que me está viendo. 
 
—Tan buena y elegante que intentes hacer creer a la gente, siempre serás una perra vulgar —mi sangre irrío con esas palabras, esa voz se me hace conocida—. Eres luego sangre de la zorra de tu madre.
 
—Si crees que me puedes herir con tus palabras, eres poco inteligente, León —espetó despreocupada—. Yo que tú me preocuparía por donde estás parado, puede que una bala atravese tu cráneo. 
 
Solo fue cuestión de segundos para prepararme a lo que sabía que provocaba. 
 
La palma de su mano me estrella contra mi mejilla, haciendome voltear dos besos a cachetazos. 
 
—Te enseñaré a respetar a los hombres, malparida —se aleja de mí y siento la sangre brotar del interior de mis labios, tragándomelo. 
 
—Eso es lo mejor que sabes hacer —habló con la rabia ensenándome—. No eres más que una rata desagradable, ni siquiera mereces ser llamado hombre…
 
—¡Vas a seguir ladrando! —gritó con el acento bien marcado, tal como a Elia se le estaba y ella trataba de esconder. —Te voy a romper la boca altanera que tienes. 
 
—¿Por qué no dejas que te vea? —escupí seca. —Tan gusano asqueroso eres que tienes vergüenza o es por naturalidad. 
 
Dije déspota con la voz gélida, sin interés en su próxima palabra. 
 
—No tienes idea de lo que eres, Lexie —su voz es desesperada y ansiosa. — Tengo una propuesta para ti, mi niña. 
 
La sangre acumulada en mi boca por fin se escapó de mí. Escupiéndole en la cara. 
 
—Va te faire foutre, putain d'espagnol —dijé con desprecio —Cierto que no eres inteligente —me reí a carcajadas, mi panza dolía de tanto reírme —Cómo me haces reír, HAHAHAHA —solté un suspiro pesado —Te tradusco, gusano de alcantarilla, escucha con atención —carraspeé para dar mi discurso con elegancia inigualable —Jodete, español de mierda. 
 
—Crees que vas a estar con vida cuando tu querida reina venga a buscarte —me cachetéa fuerte, provocando que mis ojos solten unas lágrimas de dolor—. Te vas a morir igual que la víbora enrolladora de tu mamita. 
 
— ¡Primero lávate tu asquerosa boca antes de hablar de mi madre! Ah, ¡hijo de puta! —no me podía controlar más; me removía la silla mugrienta queriendo soltarme y matar a este cabrón de mierda. —¡Mátame con tus propias manos si tienes los huevos suficientes! ¡Hazlo o te juro por mi vida que si no lo haces primero te voy a matar yo misma! 
 
—Así es como tú madre murió —él saca la venda de mis ojos, y por fin veo al hombre que un día quise. Mira, sientelo y expresalo como ella lo hacía. 
 
No me dió tiempo de hablar cuando siento el golpe fuerte en mis costillas. Apreté mis labios, aguantando mis gritos, pero con mis ojos abiertos. 
 
Puedo ver claramente, como el hombre que creí que un día fue mi padre, que él me protegería por ser la pequeña de la familia… Con un bate de béisbol entre sus manos. Golpeandome una y otra, otra y otra vez hasta que se cansa, en piezo tocer y tratar de recuperar la respiración. 
 
Carajo. 
 
—Joder, padre… Creí que tenías algo de hombría —reclamé, y mi sonrisa lo hace enfadar. 
 
—¿Qué es tan divertido? —noto que no tiene uno de sus brazos y está vendado… — Quieres más hasta que te mueras. 
 
—Eres tan fácil de provocar —bufé sin gracia; solo estoy buscando mi propia muerte —tal como mi hermana. 
 
—¿Hermana? —sonríe petulante, arrastra una silla de metal y se sienta enfrente de mí. — Ella no es tu hermana. 
 
Me quiere engañar y provocar. Pero soy tan divertida que encanta su estupidez porque no lo considero un padre. Le falta mucho para que lleve esa palabra puesta. 
 
—Me estás aburriendo, Montes —dijé irritada—. No tienes idea de cómo torturar a las personas; es por eso y más que jamás vas a pertenecer a la mafia.
 
—Mi forma de torturar, como estás diciendo —se inclina, respirandome en la cara—, es el infierno por el que debe estar sintiendo tu querida hermana. 
 
—Te vas a arrepentir. 
 
Lo juro.
 
—Siempre dicen eso, pero soy el que los va a matar a todos ustedes —se pone de pie, alejándose de mí, con su postura retadora y queriendo mostrarse superior a mí. — Ese poder que tienen siempre debió ser mío, no de una estúpida cría…
 
La puerta se cerró conmigo dentro; solté un suspiro. Con mis ojos llenos de lágrimas que he estado aguantando. Recorro el lugar que apenas se ve por la poca luz. Todo es sucio, lleno de moho y con olor a humedad podrida. Me remuevo en busca de soltarme, aunque sea un pie que está amarrado.
 
Mi cuerpo arde y duele de pies a cabeza. Es claro que es por los golpes que el enfermo me dió. La droga está bajando, porque el dolor de cabeza es cada vez soportable. Antes apenas logré sentir esos dolores del bate de béisbol, pero solo es cuestión de minutos para que me duela a mares de profundidad. 
 
Sé que Elia me vendrá a buscar; solo tengo que esperar y confiar en ella. Mi hermana vendrá por mí. Sé que sí. Por más que ella me ordene no confiar en nadie, puedo hacerlo, pero ella es la excepción porque es de mi sangre, es mía, mi hermana. No me importa cuántas personas digan lo mismo, me vale mierda lo que piensen o digan. 
 
AH… carajo, que enfermo de mierda, confirmando la droga que estos malditos me pusieron, están pasando. 
 
Mi cuerpo sobresalta por el golpe con mucha fuerza, cuando la puerta es derrumbada por unos hombres. Ellos me ven con morbo. Trago saliva intentando no pensar de más y mantener la calma. 
 
—Despiertó la princesa —dice uno de ellos, que sobresale su físico a diferencia de los demás—. Ahora nos divertiremos. 
 
—Háblale con cariño a la niña —el otro dice con ironía; se acerca a mí tomandome del mentón. — Prometo no ser brusco, muñeca. 
 
Mi cuerpo empezó a temblar de miedo a que estos me puedan hacer. Plantó en mis labios una sonrisa sin emoción alguna. 
 
—Cerdo asqueroso —escupí con desdén. —Suéltame…
 
—Shh, que boquita tan grande tienes, será que… —sus manos se posaron sobre mis muslos encima de la tela de jeans. 
 
—No… déjame… Suéltame —pedí con mis ojos cerrados —puedo darte todo el dinero que quieras, solo pon número. 
 
—Ya no eres tan altanera —muerde su labio con deseo; solo siento asco y miedo de que estos dos me intenten violar—. ¿Qué tal si me das lo que yo deseo y te libero?
 
Levantó la mirada, viendolo fijo. Sin creerlo, solo me quedo en silencio; no creo que me libere tan fácil porque si lo hace lo mataron e intentará engañarme. Solo le sonreí inocente y asentí. 
 
— ¿Dime qué quieres?
 
—A ti, pequeña preciosa —pasea sus manos por mis piernas; todo mi cuerpo tiembla de solo pensar en lo otro—. Eres muy bonita y tienes un hermoso cuerpo…
 
—De acuerdo… —él sonríe ganador y sus asquerosos labios intentan besarme, pero antes de eso lo detengo. — Primero desatame…
 
El hombre musculoso y con la edad más grande que yo, de unos cuarenta años. Me examina cauteloso si hacer lo que le digo tuviera una trampa. 
 
—Bien, pero si intentas hacer algo, te mueres —dice eso con la voz amenazante; reprimo una sonrisa cuando él se pone detrás mío y enpieza a desatame las manos, los pies y me saca la soga que rodeaba mi cuerpo, tanto así tenían terror que me desatará, cobardes. Termina y me rodea con sus brazos mi cuello, impidiendo caminar y verle la cara. — Te quitarás la ropa despacio, nada raro, porque no dudaré en dispararte. 
 
Mi rostro es serio, sin replicar el asiento con la cabeza. Levantando las manos en forma de rendición. 



༒︎

༒︎

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐚 𝐁𝐞𝐧𝐝𝐢𝐭𝐚 [EN CORRECCIONES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora