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Estaba llegando tarde a clase de nuevo, la impuntualidad era uno de mis tantos defectos, pero es que si quería entrenar debía de madrugar. Mi mejor amiga se levantaba a las cinco de la mañana para ir al pabellón, llevaba una rutina bastante estricta ya que se estaba preparando para uno de los campeonatos más importantes de patinaje artístico sobre hielo. Bueno, uno de ellos.

Ya que yo no podía permitirme el hecho de pagar a una entrenadora, Coral, la suya, me dejaba rondar por la pista a mi aire. Así que podía acceder al pabellón mínimo dos veces al día.

Me costó muchísimo convencer a mi madre, decía que no podía aprovecharme de esa manera de mi mejor amiga, pero luego logré convencerla de que no pasaba nada y de que estaba todo bien. Ahora podía patinar con total libertad, a pesar del madrugón diario.

Me preparaba cada mañana el desayuno bastante temprano, mis padres tenían una cafetería muy mona pero claramente necesitaban estar ahí con antelación. Mi padre preparaba todo tipo de desayuno y repostería, o bien podía quedarse hasta tarde que era ya casi la hora de cenar o salía de casa antes si quiera de que el Sol se pusiera. Mi madre dirigía otro tipo de gestiones dentro de la cafetería, se iba un poco más tarde que mi padre, pero tampoco demasiado. Conllevaba una responsabilidad. Vivíamos en el centro de Chicago, pero al encontrar una gran oferta para abrir la cafetería en Buffalo Grove, una cosa llevó a la otra y tuvimos que mudarnos.

Fue complicado, no voy a mentir. Entré en el instituto cuando ya había empezado, no solo porque fue nada más empezar el segundo semestre sino porque también fue en segundo año. La gente tenía su grupo de amigos hechos, apenas entraba gente nueva.

Tuve la suerte que tras una semana conocí a Ivy, desde entonces no nos despegamos la una de la otra. No es que ella no tenga su grupito, si es cierto que cambia bastante ya que está apuntada a algún que otro grupo y se lleva bien con medio instituto, pero ella siempre alega que nadie era tan amigo como para contarle sus secretos más íntimos. Eso me hizo ilusión, no voy a negarlo.

Y no, no echo de menos Chicago y tampoco he dejado atrás nada.

Así que, una vez que me he preparado el desayuno y creo que no me olvido nada en el túper, reviso que tengo todo. Tanto la mochila de clase como la bolsa de patinaje. Cierro la puerta con llave y me coloco mis auriculares. Vivo cerca de la cafetería de mis padres, pero he de ir andando al pabellón o al instituto ya que no me he sacado el carné de coche y los autobuses son todo un drama. Es media hora bien larga, es otro motivo por el cual deba salir antes de casa por las mañanas. No me gusta el transporte público, prefiero ir andando a los sitios y siento que me perdería.

El trayecto se hace ameno cuando vas con la música, no podía ir con Ivy ya que ella ha de venir en coche puesto que el transporte público no llega hasta su casa. Vive demasiado lejos. Andando igual serían seis horas perfectamente, así que, desde que se sacó el carné de conducir viene perfectamente en veinte minutos.

―¿Cómo es posible que llegues antes? Vienes andando y yo en coche ―decía Ivy en la entrada.

―Quizá porque salgo con antelación ―me encojo de hombros.

Negó con la cabeza, Coral su entrenadora ya estaba dentro. Nos saludó a ambas y empezó a darle órdenes claras a Ivy. Yo me tomé mi tiempo, usaba su taquilla para poder cambiarme y aunque no fuera muy legal, tenía sus llaves tanto de esta como del recinto. Nadie más que nosotras dos lo sabíamos.

Venía vestida, pero sé que aquí podía dejar una muda y el resto en la bolsa de deporte. Luego la dejaría en la taquilla del instituto, era un poco complicado ya que al no tener un lugar fijo debía pasearla de un lado a otro. No importaba. Disfrutaba patinando. Si debía hacer ciertos sacrificios, que así sea.

It's ScarlettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora