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ZAYN

Aquella noche fue cuanto menos surrealista, ¿le había pedido salir a Scarlett? No sé en qué momento se me ocurrió comprometerme con alguien, pero me parecía un acto egoísta desear que no estuviera con nadie más que no fuera conmigo y no soltarle el brazo. ¿Pedírselo en una pista de hielo? Puede que fuera una buena decisión.

Ambos acabamos bastante congelados porque hicimos el tonto por la pista y se nos caló hasta los huesos. Patinamos hasta que notábamos los músculos agarrotados, intentó enseñarme algún paso de patinaje artístico, pero tan solo logré alzarla en el aire, el resto eran piruetas en las que no lograba coordinarme en nada. Incluso, llegado a cierto punto Scarlett se dejó llevar hasta que el alcohol recorría sus venas. Con las mejillas sonrosadas y la risa que le brotaba de la garganta hasta llenar la pista. Creo que nunca la vi así, a pesar de que la conozco hace tiempo, de que no siempre la he visto pero sí que me he fijado en ella... era una felicidad contagiosa. Se sentía como si no necesitara nada más porque ella ya lo albergaba todo... no lograba comprenderlo. Era como sentir tanto que no entendía qué tenía dentro de mí.

La cama era gigantesca, al final cada uno acabó durmiendo en una esquina de la cama. Antes de dormir tuve que cuidar de su primera borrachera fuerte porque, aunque alguna vez haya bebido, lo de ayer fue bastante interesante. Entre chupitos y juegos, Ivy a pesar de ir también borracha tan solo pensaba en que su mejor amiga tenía que entrenar para el estatal y no podía lesionarse.

Llevaba mejor el hecho de ir alcoholizado, así que a pesar de que estaba suficientemente mal, me dediqué a ayudarla para desmaquillarse y poder vomitar en la taza del váter mientras le recogía el pelo. Ambos estábamos tirados en el suelo, medio empapados por la pista de hielo, riéndonos acerca de que su primera y verdadera borrachera era en un lugar tan icónico para ella. Tras eso, la dejé en el baño para que pudiera ponerse el pijama y cuando regresó a la habitación tuve que apartar la mirada. Un pantalón de lana largo de color gris con puntitos y una camiseta fina de manga larga, se había recogido el cabello en un par de trenzas que distaban de estar perfectas y se metió dentro de la cama para taparse hasta arriba. Tal cual se fue a dormir fue como se despertó.

―Quién coño ha dejado la cortina abierta ―murmuró metiéndose dentro del edredón.

―Pues no lo sé ―dije frotándome los ojos.

―Quiero un café.

―Baja a hacértelo.

―Me duele todo ―dijo en un tono lastimero―, no me noto las piernas y siento que la cabeza me da mil vueltas.

―Entonces deberíamos bajar a buscar analgésicos y poder hacernos un café en condiciones ―dije agarrando el móvil de la mesita de noche, las once de la mañana.

―¿Hay gente despierta? ―inquirió asomando la cabeza.

―¿Qué más da?

Me destapé, me puse tan solo unos calcetines y con el móvil en la mano me quedé observando a Scarlett. Estaba colocándose encima de sus propios calcetines unos de borreguito negros como si fueran zapatillas, medio apoyada en la cama estaba observando la cómoda de la habitación.

―¿Estás bien? ―dije sin abrir la puerta aun.

―¿Debería cambiarme? ―soltó sin mirarme.

―Si te sirve de algo, voy tan solo con un pantalón de pijama ―me encogí de hombros.

Se giró a mirarme, sus castaños ojos me recorrieron de arriba abajo. No era la primera vez que me veía sin camiseta, pero nunca se detuvo a mirar con tanto detalle los tatuajes del dorso o del brazo. Tan solo asintió, agarró su propio móvil que reposaba en la mesilla de noche cargando y se dirigió hacia mí.

It's ScarlettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora