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Tan solo quería ir al baño. Había subido las escaleras de aquella gigantesca casa, me daba algo de pánico ir abriendo puertas para encontrarlo. No me quedaba de otra. Tras abrir una de las puertas con sumo cuidado, lo vi. Reconocí aquel cuerpo. Aquella ropa. Cuando se giró a mirarme, tenía media sonrisa en el rostro. Estaba besándose con una chica (que desconocía quien era). Había crecido, bueno ambos lo habíamos hecho, pero él ahora tenía una barba de hace tres días y el pelo rubio casi al ras. Sus ojos verdes seguían brillando, pero no con ilusión, sino con maldad.

Y aquella conversación se retuvo en mi mente por un largo tiempo, incapaz de pensar con claridad.

―Scarlett ―dijo con una voz mucho más grave.

Y no pude ver nada más que la cara de Víctor frente a mí, con las manos en los bolsillos de los vaqueros de marca mientras se acercaba hacia mí. Retrocedí un par de pasos, asustada por mi propia mente porque él no iba a hacerme daño físico. No lo hizo en su momento, ¿por qué iba a hacerlo ahora? Sí que habíamos crecido. Todo sucedió cuando teníamos trece años, pero ahora íbamos camino de los dieciocho. Me fui de ahí con catorce. ¿Sería capaz ahora?

―¿Vuelves a huir de mí? ―dijo en un tono neutral.

―No huyo ―dije alzando la cabeza.

―Te fuiste de la ciudad... ¿me tenías miedo?

―No, si tanto te informas de mí deberías de saberlo.

―Ah sí, algo de una cafetería ―se encogió de hombros―. No me fue difícil saber que estarías aquí, en el instituto están muy orgullosos de haber conocido a la chica que irá a los estatales de patinaje sobre hielo.

―Me alegro ―tragué saliva.

―Y claro, en el instituto rondaba mucho el vídeo de tu competición. No hay nadie que no lo haya visto.

―Me alegra saberlo, Víctor.

―También se vio donde estudiabas, como te juntabas con un gilipollas y una chica rubia... ¿tan fácil te has olvidado de que fui tu primer amor, Scarlett?

―Una puta pesadilla es lo que eres ―resoplé.

―No dijiste eso cuando me fijé en ti, cuando nadie más lo hacía. Nadie iba a querer juntarse contigo, ni si quiera tus dos supuestas amigas que ya ni si quiera saben que existes. Si no fuera por mí...

La gente podría decir que salí huyendo por patas, pero mi mente me estaba jugando una mala pasada. Él sí estaba ahí pero mi alma ya no. Tenía miedo. Porque había vuelto. Cuando pensaba que todo aquello se quedaría atrás, la vida me dice que ni pensarlo. ¿Cómo no había caído? Mi cara iba a estar en todos lados, nunca le comenté a nadie donde me mudaba. Quité de mi cuenta a aquellas personas que podían saberlo. Pero me encontró. Y me volví totalmente paranoica, no quería pasar por lo mismo.

Porque el amor duele.

Uno tan inocente y puro como puede sentir una niña de trece años, su primer enamoramiento. Aquella persona que le ha hecho sentir tanto que luego se tiene que dar de bruces con la realidad.

Salí de esa casa escopeteada, menos mal que Ivy me encontró porque empecé a lanzar macetas sin cesar. Bueno, un par. Odiaba esta situación y odiaba más que la gente tuviera que verme en estas condiciones, solo ella sabía de mis problemas.

La casa de Zayn era otro mundo, pero esta me parecía mucho más acogedora. Ivy me estaba limpiando la cara tan bien como podía, sentadas en el suelo con calefacción que Liam había encendido. Qué vergüenza, por Dios. No podía ni imaginarme qué debían de pensar de mí esas dos personas, viéndome lanzar macetas y sollozar como si no hubiera un mañana. Muerta de miedo. Muerta en vida. Un recipiente vacío.

It's ScarlettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora