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ZAYN

La gente que se encontraba esparcida por la casa nos observaba, algunos con más disimulo que otros. Tendría que ser porque Scarlett era totalmente única en un mundo de personas sacadas de la misma fábrica. Donde las chicas llevaban peinados estirados en su cabeza, vestidos que parecía que pudieran ponerse a las muñecas y plataformas que estilizaban sus piernas... estaba ella. Con sus deportivas blancas, sus tejanos rotos, una camiseta básica, la melena suelta y sé que se dejó el maquillaje porque le quedó bien y seguramente le sentara mal quitárselo, de no ser así lo más probable es que tan solo se hubiera dejado la cara al natural. Ella era natural.

Scarlett no iba por detrás, si quería apuñalarte lo hacía por delante y era algo que me mantenía intrigado. Normalmente, no suele quedar gente así pero cuando se trata de ella siento que todo es un rompecabezas imposible de resolver. La forma en la que actúa, como si el mundo fuera a acabarse mañana y dejándose la piel en todo lo que hace. Si está en clase es la mejor, pero si ha de salir a la pista también debe serlo, una sobre exigencia que no sé por dónde saldrá.

―¿Qué quieres de beber? ―le pregunté cerca del oído.

Observó las botellas de alcohol, se secaba las manos como si le sudaran en los pantalones. Sus ojos viajaban por todos lados, nerviosa. Miró los refrescos, los vasos y me daba la impresión de que quisiera romper a llorar.

―Zayn, no he bebido alcohol ―admite en voz baja.

Agradezco que estemos cerca para poder escucharla porque su voz ha disminuido unos decibelios. Agacha la cabeza, avergonzada por haberme contado eso.

―No pasa nada, algo que no sea fuerte o si quieres un refresco.

―Algo dulce ―dijo mirándome―, ¿hay de eso?

―Sí claro, te lo preparo. No aceptes bebidas de nadie, hay mucho colgado suelto ―indiqué.

Me acerqué a la mesa de bebidas, pero me di cuenta que a cada paso que daba, Scarlett estaba cerca, abrazada a sí misma. Mirando el lugar con detenimiento, más bien creo que lo estaba analizando. La observaba de reojo y podía ver como sus ojos recorrían desde puertas o ventanas, hasta el jardín o las escaleras.

―Toma ―dije tendiéndole el vaso de plástico―, es dulce, apenas lleva alcohol y sabrá más al refresco de sandía.

Asintió agarrando el vaso con una mano, le dio un pequeño sorbo y pude ver que no le desagradó. Menos mal. Yo me hice un buen vaso, lo iba a necesitar.

―¡Zayn! ―exclamó una voz femenina cerca nuestro.

Era Hannah, se agarró a mi brazo como si todo fuera como antes. Un adelanto: nada podía ser como antes. Liam tenía toda la razón, cuando conoces a Scarlett es como ese punto de inflexión que marca el "antes y el después".

Instantáneamente me solté de su agarre para pasarle de nuevo el brazo por el cuello, se me erizó el cabello del cuerpo de una forma que no esperaba.

―¿Qué haces? ―dijo Hannah ofendida.

―Creo que queda claro ―solté yo, ya me cansaba esta chica.

―¿Y tú quién te crees que eres? ―resopló Hannah―. Pasar a los estatales no va a hacer que el resto se fije más en ti, camarera.

―Los camareros son bastante dignos, igual que otro trabajo, Hannah, pero olvidaba que no debes de saber qué es el término trabajar, pero búscalo en internet a ver si se te ilumina de una vez esa bombillita ―señaló con la cabeza la suya―. Ve a buscar otra persona a la que incordiar.

―¿Estás con ella? ―preguntó Hannah.

―¿No lo ves? ―dijo Zayn.

―Básicamente, no me lo creo ―se cruzó de brazos.

It's ScarlettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora