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Me sentía en una piscina llena de tiburones e intenté que no me intimidaran de ninguna de las formas. Me parecía algo difícil porque carecía de las aptitudes de supervivencia, pero, tras un tiempo siendo humillada debía tener unos conocimientos básicos.

Los comentarios del padre de Zayn me parecían totalmente fuera de lugar, ¿quién en su sano juicio trataría mal a otra persona por el dinero que entra o sale de su casa? Efectivamente, ellos. Todo lo solucionaban con un fajo de billetes y si te he visto no me acuerdo.

Su padre me miraba intrigado, tenía una sonrisa que distaba de parecer simpática y un brillo extraño en los ojos. Me miró con atención, debatiendo sobre qué decirme esta vez.

―Me gustas Scarlett, eres ideal para Zayn. Espero que sepas lo que conlleva salir con alguien como él ―fue su única aportación.

―Hasta donde yo he entendido, no es una relación de verdad ―digo frunciendo el ceño.

―No, pero ha de parecerlo ―señaló su padre―. Esto ha de durar lo suficiente como para limpiar su reputación.

―¿Cree que yo puedo mejorarla? ―inquirí.

―Con creces, mientras cara al público actuéis como debéis todo va a ir como la seda. ¿Verdad que sí, Zayn? ―dijo mirando a su hijo.

Tan solo apretó los labios y se dedicó a cenar, el silencio era algo que reinaba por encima de cualquiera. No encendían la televisión, ni conversaban de absolutamente nada, ni si quiera de temas tan triviales como la noche. Era bastante incómodo así que agradecí haber acabado de cenar para poder irme a mi casa.

―Debería irme, muchísimas gracias por todo y por la cena ―dije levantándome de la mesa―. Ha sido un placer conocerlos.

―El placer es nuestro querida ―dijo su madre―. Irá alguien a adecentarte a tu casa, ¿estarán tus padres?

Negué con la cabeza. Mis padres vendrían cuando fuera a empezar. Estarían en la cafetería hasta que faltara nada, pondrían un cartel de a qué hora cierran para poder tenerlo todo más o menos preparado e irse.

―Vendrán cuando vaya a empezar, tienen un negocio.

―Entonces Zayn te llevará en coche desde tu casa hasta el pabellón ―decretó su madre―. Así se os empieza a ver juntos, esforzaros más.

―Buenas noches ―fue lo único que opté por decir.

Arrastré la silla hacia atrás, aunque hiciera algo de ruido. Me dirigí de camino a la entrada, notaba las pisadas de Zayn tras de mí porque sabía que me llevaría en coche a casa. Nadie dijo nada, abrió su puerta y entró.

―Mis padres... ―intentó decir.

―No digas nada.

―Quería decirte que los has dejado bastante confusos ―se encogió de hombros.

―He tratado con gente así, Zayn. No te preocupes.

Asintió y arrancó el coche. Me apoyé en la ventana y deseaba con todas mis fuerzas volver a tener cinco años para no tener tantas preocupaciones rondándome la cabeza, llegar de la escuela para ponerme un pijama y hacer absolutamente nada. Ser feliz. ¿En qué momento cuando uno crece la felicidad se desvanece? En algún punto todas las risas y los buenos momentos fueron reemplazados por quebraderos de cabeza, estudios, una vida social... e intentar ser mejor día tras día, aunque sea algo bastante complicado.

No recuerdo la última vez que me sentí tan bien que no quería irme del lugar, sí, disfruto patinando y me deslizo por el hielo sin pensar en absolutamente nada, pero, ¿acaso eso va a salvarme de mis pensamientos intrusivos? Para nada, es tan solo una vía de escape. ¿Qué estoy haciendo con mi vida? Tiendo a pensar que no valgo para mucho y que, haga lo que haga nada va a servir. Quizá eso fuera un factor por el que me decidiera esforzar tanto para entrar en la carrera de psicología, saber que puedo ayudar a niños y adolescentes a encontrarse consigo mismos. A calmar aquella tormenta interior que un día aparece y no logras hallar el motivo.

It's ScarlettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora